
Chaouen
Alba corre atravesando la puerta que da a la Kashba y allí ve el mareado que debería estar ahí pero no está. Sube dejando tras de sí las casas de aire y agua. El agua de Ras El Ma mancha el ambiente y las casas fluyen y el tiempo pasa y la luna azota los ojos de Alba, asomando entre las montañas del Rif.
Sabe que si corre demasiado se hará más pequeña y el tiempo se hará más lento. Corre despacio, con calma y de frente a sus pies ve unas escaleras blancas y unas paredes blancas y una puerta marrón. Ve como mezcla el tinte lila en un cubo que no está allí y moja la broncha en el cubo y en el tinte lila, ahora azul, y la hace bailar con la pared. Ve las infinitas líneas rectas que forman la superficie de la pared y las recorre, una a una, hasta la mitad exacta.
La última recta la deja con el brazo por encima de su cabeza y desde su brillante Dubhe, cae un Djinn y agarra su mano y la hace girar y caer entre sus brazos. Alba se entrega y el Djinn baila solo pero con ella. El pañuelo de Alba salta al aire tomando vida propia y repta hacia el cielo y cuando el último coleteo muestra una luna estremecida de cansancio y escondiéndose entre las montañas, el Djinn toma a Alba de la mano y se dirigen hacia la puerta marrón. Antes de llegar se separan y caminan hacia la pared, ahora azul, y con la puerta entre ellos, se funden con el agua y con la cal.
Desaparecen cuando la luna aparece.
3 comments
dani
1 agosto 2014 at 03:10
Bellas palabras, bello relato, un alma iluminada…
Belén Perez Zurdo
1 agosto 2014 at 07:03
Una bonita forma de sentir Chauen, pero
necesito una nota con la traducción de las palabras árabes, ¿Djinn? .
Un beso
Belén
Luis Hernández
1 agosto 2014 at 10:18
Crónica de las veinte y una noches. Sigue creando ensueños para que el sultán no te encuentre en blanco.
Un abrazo.
El conde Don Julián.
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