
Por Guillermo Urios, expedicionario.
Ahora, a finales de año, es hora de recordar lo que ha acontecido a lo largo del mismo, y sin duda alguna, esta ha sido una de las experiencias más importantes de mi vida. Después de tanto tiempo, es hora de echar la vista atrás y de recordar lo que esta experiencia significó, así que gracias a todos los que la hacéis posible. Una vez más, gracias Javi, ya que sin tus insistentes palabras no estaría escribiendo estas palabras. Este viaje que nos ha llevado a un país que se encuentra a pocos cientos de kilómetros de mi casa, y nos muestra una realidad tan diferente a la vivida en el día a día. Y es que ha sido una sucesión de descubrimientos y ,al menos para mí, Marruecos era un gran desconocido, y la verdad tampoco se encontraba entre mi lista de prioridades de países que visitar.
Hace tiempo leí que viajar, y nosotros lo hicimos durante un gran período de tiempo, te convierte en extranjero en tu propia tierra. Soy valenciano, y después de este periplo ni mucho menos he dejado de tomarme una horchata con fartons; ni de criticar, como si fuese el mayor experto, una paella. Pero he vuelto siendo un extranjero en mi interior, y es que, este tipo de viajes te hacen conocerte y profundizar mucho en ese yo que todos llevamos dentro, y al volver a casa replantearte muchas cosas de esta rutina en la que vivimos.
La Ruta Inti, además de ayudarme a conocerme mejor, me dio la oportunidad de conocer un país mágico, el cual, a pesar de que tengamos frontera (y menuda frontera…), me resultaba un eterno desconocido, y por ende, a toda la cultura musulmana, de la cual conocía cosas, pero nunca había tenido la oportunidad de vivirlas tan intensamente. Y esta es, entre otras, una de las grandes ventajas que proporciona este viaje: no fuimos a Marruecos, vivimos Marruecos. Al entrar tanto en una cultura, recordemos que estuvimos en aldeas a las que la electricidad no había llegado hasta el 2000, te acabas fijando hasta en el más mínimo detalle; más allá de la plaza de Jamaa el Fna de Marrakech, de las curtidorías de piel con eso olor tan penetrante o del precioso azul de ChefChaouen cuya similitud con Santorini es más que evidente.
Y sí, no puedo dejar de compararlo con el otro viaje de estas características que hizo que cambiase como persona siendo todavía un crío y que tanto mundo me dio a conocer. Sería injusto no hablar de ello, gracias a la Quetzal conocí la Inti y tuve la oportunidad de volver a aprender de otras culturas. La Quetzal fue un viaje único, pero, como bien dicen, es iniciático, te da un lugar donde poder crecer; y aquí, dos años después, he vuelto a dar un pequeño salto…tener la oportunidad de convivir con gente tan dispar, de tantas ideologías, pero con la opinión bastante más clara, te hace enriquecerte de una manera descomunal. Y la verdad es que merece la pena, sin duda alguna, vivir esta experiencia de la RutaInti. En este viaje no eres un mero espectador, aquí eres un actor; y como ya he dicho, la edad es un punto a favor, esto hace que puedas aprender mucho más. La madurez que tienes para conocerte se agradece. Y es esto, el tiempo para conocerte, la gran ventaja en comparación ya que aquí encuentras muchos ratos para aislarte y divagar, debido a que no hay apenas actos institucionales.
Para qué engañarme, el viaje superó con creces mis expectativas. La realidad superó todo lo que había imaginado. Todos estos ratos, de los que no dispuse en otras ocasiones, me hicieron enriquecerme, ampliar mis horizontes y perspectivas. Y es que, recordar todo lo que hay más allá de los convencionalismos sociales, y, en especial, de la vida conformista que llevamos, dejando de lado la oportunidad de aprender y disfrutar con cosas ni mucho menos materiales.
Está claro que conocimos lugares únicos, quién me diría hace un año que subiría al pico más alto del norte de África, o que dormiría en el Sahara abrigado por un manto de estrellas. Pero siendo realistas, no importa a dónde sea el viaje, sino las personas que te acompañan. La verdad es que la oportunidad que te da este viaje es la de conocer a gente con la que difícilmente coincidirías en la vida del día a día. Allí formamos nuestro propio hogar, con unas reglas del juego, pero que poco a poco, entre todos, íbamos modificando. Allí vivíamos en nuestra pequeña burbuja, era un sueño del que nadie quería despertar; ese sueño que se vislumbraba en la cena de clausura y que parecía acabarse en la dura despedida en aquel Riad en Marrakech o en el tren volviendo a España, pero este sueño era real, la gente con la que convivíamos la sigues teniendo pasados los meses, aunque algunos amigos estén un poco bastante lejos…. Durante el viaje debatimos, no sólo de cosas mundanas, sino que también intentamos aportar nuestro granito de arena para cambiar un poco a mejor el mundo. Con todos esos debates, con todas esas charlas hasta altas horas, aprendimos, y aprendimos mucho, llegando incluso a convencerme de iniciar otra carrera, y de esto tiene buena parte de culpa Juan.
One comment
Hernán Leibiker
17 diciembre 2014 at 03:08
Guille, me encantó tu reflexión. No pude evitar emocionarme con esas palabras. Te extraño, espero que la vida nos cruce otra vez. Hernán
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