
Por Marco Hernández, expedicionario.
Y al final quedamos nosotros.
Pero lo llevamos todo dentro. La arena en los zapatos, las piquetas en el suelo, las rodillas cansadas. Llevamos el número de teléfono del jefe de campamento, el orden de numeración antes de ir a comer, los gatos de Zagora y las piedras del Toubkal. No dejamos atrás los juegos de palabras entre desconocidos para conocerse mejor, los regateos por un vaso de zumo en Jamaa el Fna ni el sol del Sahara. Cada día recordamos el calor, el sudor y las quince veces que nos enamoramos en este viaje, desde el principio hasta el final.
Y al final quedamos nosotros.