
Por Amaia Vinegra Durán, expedicionaria.
Después de llevar unos días en casa, por fin creo que es necesario recordar los vestigios de todo nuestro viaje juntos. Y es que, cuando todos nos despedimos en aquel pequeño hotel de Marrakech parecía imposible creer que la gran familia que habíamos formado se iba a separar.
Realmente, ese día me di cuenta de que cada uno de los soles de la ruta se había llevado algo de mí y yo me llevaba algo de ellos porque sentí como una parte de mí se quedaba vacía en apenas un segundo en el que una parte de ellos se quedaba conmigo, en cada despedida, con promesa de ser un hasta pronto, no olvides que nos volveremos a ver antes de lo que piensas.
Pero, no solo todos los que nos han acompañado en el viaje han merecido la pena, sino todo lo que hemos aprendido, visto y saboreado durante este viaje que nos ha cambiado sin apenas darnos cuenta.
En mi caso, me ha dado la posibilidad de ver que tengo mucha más capacidad para hacer las cosas de lo que siempre he creído y sé que la mochila volverá a formar parte de mí en una nueva aventura para volver a ser una más entre el gentío de cualquier cultura en la que pueda adentrarme.
Lo único que me queda por decir es muy sencillo: Gracias a todos por cambiarme la vida, gracias por acogerme en este impresionante viaje Ruta Inti. Sé que de una u otra manera volveremos a vernos y seguiremos siendo tan cercanos como lo fuimos desde el principio.