
Inteños por el Mundo
Si visitas Split el próximo verano, te encontrarás una ciudad de ciento ochenta mil habitantes. Una urbe cálida y ajetreada, con un buen montón de reclamos turísticos, tanto culturales como de playa. Eso sí: cuando visites el centro, da un paseo hasta la plaza del Peristilo. Quizá haya muchos visitantes y quizá tengas que hacer un pequeño esfuerzo, pero, una vez allí, toca una de las columnas corintias y pregunta por Diocleciano. Con un poco de suerte y mucha atención, tal vez seas capaz de escuchar la respuesta del emperador. Una respuesta construida en caliza y mármol y pronunciada hace mil setecientos años. Es la respuesta que buscó nuestro director de comunicación, Miguel García Campos, en su viaje para la sección Inteños por el Mundo.
Como muchas ciudades europeas, Split tiene su llamativo origen en los tiempos del Imperio Romano. Fue a mediados del siglo III cuando Dalmacia vio nacer a Gaius Aurelius Valerius Diocletianus, que, aunque de muy baja cuna, pronto se haría con el poder llegando a ser Diocleciano, emperador de Roma.
Por aquel entonces Dalmacia era una provincia romana, y Salona su capital. A pocos kilómetros se encontraba Aspálathos, su nombre original hasta que fue bautizada como Spalatum, una de las muchas antiguas colonias griegas en el Adriático. Y sí, fue aquí, en un lugar tranquilo, donde Diocleciano pensó en pasar el sus últimos años de vida tras retirarse del cargo de emperador, alejado de las turbulencias de Roma y mirando al mar.
Un antiguo emperador no podía descansar en cualquier lugar, y comienza la construcción de su palacio en el año 293. Se levantó una estructura que se extendía por 38000 metros cuadrados y cuyo aspecto recordaba más bien a una fortaleza militar o castrum (tal vez por añoranza de los años como militar). Murallas de 15 a 20 metros de alto eran las que encerraban la opulenta residencia. Una de ellas dirigía su vista al mar para el disfrute del emperador, que antes de su abdicación ya se encontraba enfermo y necesitaba de algo así para su descanso.
Alrededor de la residencia se fueron formando núcleos poblados por soldados romanos, y ya en su tiempo, entre el palacio y los alrededores, la población del lugar habría alcanzado de 8000 a 10000 personas. Poco a poco la futura ciudad iba tomando forma. En la Edad Media, Split constituyó un lugar de refugio fortificado para tiempos convulsos, y lo que anteriormente era un palacio se llenó de viviendas.
En 1979, la UNESCO concedió al Palacio de Diocleciano en Split el título de Patrimonio de la Humanidad. Era más un reconocimiento oficial que un llamamiento a la conservación porque, en realidad, la institución no temía por el estado del conjunto. Al igual que había sucedido a los viajeros que habían visitado el lugar durante siglos, el palacio seguía en uso: como viviendas, restaurantes y un buen número de locales comerciales, lo cual había obligado a las autoridades a realizar una labor continuada de mantenimiento y rehabilitación, siempre de la forma más respetuosa posible. Es más, al dar forma a la mitad del casco histórico de la ciudad, el Gobierno usaba Split como reclamo turístico de una Yugoslavia bastante más aperturista que el resto de los países del bloque soviético.

Fuentes: Jot Down e Historias del Este.