
Dice Raúl que salgamos con esterillas, que nos está esperando. Lo cierto es que hace apenas diez minutos que esta marea amarilla se incorporó al mundo, guiada por la melodía de Miguel e Íñigo. Y quién nos diría que acabaríamos haciendo figuras a las 8:00 de la mañana. Se llama acroyoga y en realidad nos encanta. Pero más nos encanta la recompensa, el desayuno. Y más si la leche y los cereales vienen con un plátano extra, eso significa que hoy toca caminata.
Dicen que hoy es calentamiento, que lo de Penny Land no es nada comparado a las “High Lands”. No se si es porque todavía es principio de ruta o porque lo de hacer ejercicio con Raúl ya se nota, pero todos subimos al pico. Casi 900 metros de pies cansados que tienen de recompensa un plátano, una foto que deja constancia y una marea de mosquitos.
El equipo de Intendencia no se vino a la montaña, pero a cambio prepararon macarrones con salchichas que nos sentaron de maravilla, y si no que le pregunten a los que nos pusimos cuatro, cinco o hasta seis veces en la fila para coger comida. Total, que la comida se alargó y disfrutamos del césped, del azul del cielo y del sol. Sí, repito, disfrutamos del sol. Aún nos cuesta creer que estamos en Reino Unido. Será que seguimos en el sur, pero cruzamos los dedos porque se mantenga este sol.
A las 16:30 vino Malcon Carroll al campamento con un mensaje muy claro: “Hay que salvar los bosques y los océanos”. Y está en nuestras manos vivir con menos. Así que le hicimos caso. Nos fuimos a un río a cubrirnos de jabón, a buscarle forma a las nubes, a dibujar conversaciones.
Después de respirar naturaleza, Intendencia volvió a tener todo preparado, como siempre, su buen humor y la cena. Y cuando avanzó la noche, pasamos al “briefing”, a la escucha de la voz de Nano, al buzón de Pablo. Es la tercera noche que nos sentamos, pero el sueño ya se va difuminando por la risa, la confianza y el cariño. Así que nos vamos a dormir con la certeza de que estamos creando algo muy bonito.
Cristina Santa, Rutera.