
Orientarse por Fez-el-Bali es un reto solo apto para aventureros. Con más de 300 barrios, 9.000 callejones y medio millón de habitantes, esta medina fortificada cuyo origen se remonta al siglo VIII está considerada la más grande del mundo. De hecho, suyo es el hito de ser la mayor zona peatonal del planeta. Hasta allí viajó nuestra expedicionaria Patricia, como muestra esta fotografía de Inteños por el Mundo.
En sus entrañas se puede respirar el legado de un milenio, pero también, literalmente, el hedor de las vistosas curtidurías –patios interiores abarrotados de tinas de adobe donde se curten las pieles– o la mezcolanza de efluvios aromáticos que desprende los tradicionales zocos y los tenderetes de especias. Un lugar único en el mundo, como así lo certifica el distintivo de Patrimonio de la Humanidad otorgado por la UNESCO.
A pesar de su apariencia caótica, la medina se organiza de forma gremial, de modo que uno puede ir identificando las zonas según su tradición industrial: sederías, curtidurías, caldererías, zocos… Pero el sistema no es del todo práctico a la hora de orientarse, y lo normal, si es que uno decide hormiguear por las entrañas de Fez-El-Bali, es que acabe perdiéndose entre la infinitud de calles. Para evitar los peliagudos descarríos de la medina es recomendable hacerse con un mapa –se pueden encontrar en algunos hoteles–, aunque tampoco resulta fácil guiarse a través de ellos puesto que los nombres de las calles son en árabe. Otra opción es pagar los servicios de un guía, aunque conviene asegurarse de que se trate de un servicio oficial. Porque ya se sabe: la picaresca es deporte nacional en Marruecos.
Pero perderse por Fez-El-Bali no tiene porque ser un infortunio, y sí una oportunidad para encauzar, de retruque, un interesante itinerario monumental. La medina acoge algunas de las llamadas madrazas –o medersas en árabe–, escuelas coránicas con una marcada influencia arabe-andalusí y gran valor arquitectónico.
Fuente: eldiario.es.