
Por expedicionaria anónima.
Sé que aun es pronto para reflexionar sobre amistades verdaderas, momentos inolvidables o experiencias que te cambian la vida sin que seas consciente de ello.
Dicen que los viajes cambian a las personas, que cada experiencia es una página nueva por la que abres tu libro y comienzas a ver la vida desde una perspectiva diferente.
Nuestra ruta no comenzó el día que aparecimos en Buitrago de Lozoya cargados de mochilas, comenzó el día que vimos nuestro nombre en la lista de seleccionados. A partir de ese momento nos predispusimos a cambiar, a conocer, a despojarnos de comodidades y preocupaciones; a ser conscientes que todo lo que necesitamos cabe en una mochila y un tocadiscos.
Todo está preparado, todo planificado, nada puede salir mal.
Quizás estamos tan acostumbrados a vivir en la monotonía que nos abruma el cambio. De repente no controlamos nuestra vida, nos confunde, no entendemos que está ocurriendo.
Para mi no es solo llevar siete días de ruta, es estar en la ruta. Una ruta no la hacen solo los lugares, también la hacen las personas; y son esas personas las que han hecho que hoy esté aquí, sentada sobre una esterilla y con una camiseta amarilla.
“Nunca sabrás lo lejos que llegará tu camino si no intentas dar el primer paso.”
Número ocho, grupo uno.