
El ser humano siempre ha tenido una aspiración hacia lo elevado. Una admiración hacia la grandeza de las cosas. Una voluntad de construir realidades que vayan más allá de nuestra propia escala. Esa escala divina, a la medida de los dioses, se muestra en algunas construcciones que superan nuestras capacidades y que nos habrán de un esfuerzo ínclito. Una obra sobrehumana.
Nuestra expedición se levanta hoy en Trossingen tras la segunda noche de acampada. Toca desmontar las tiendas, sacudirse el rocío y hacer batida de limpieza antes de afrontar varias horas de autobús. Anoche trasnochamos entre conversaciones, y hoy el cansancio se redime en una siesta matutina mientras atravesamos el Estado de Baden-Wurtemberg. Llegamos hasta su límite ulterior, allí donde el Danubio ejerce de divisoria entre este land y el de Baviera: Ulm en esta ribera, Nuevo Ulm en la otra.
Pasaremos en Ulm dos noches. Tras montar el campamento en un polideportivo, realizamos una sesión de talleres: feminismo, expresión corporal, voleibol y baloncesto. Comemos y volvemos a tomar los buses para acercarnos al centro histórico de la ciudad. Allí nos espera la iglesia mayor de la ciudad –aunque no catedral–, la más alta del mundo: la cúspide de su torre central alcanza los 162 m. Ascendemos la mayoría de ellos, con un esfuerzo que supera en intensidad al de la mayoría de las caminatas. Tras más de 700 escalones, el espacio de la torre es estrecho pero las vistas son espectaculares; cuentan que, en los días claros, pueden incluso verse los Alpes.
Aunque la catedral –perdón, iglesia mayor– es famosa por su altura, quizá lo más impresionante está en el interior. Las paredes de las naves están jalonadas por blasones y escudos de las familias nobiliarias que ayudaron a sufragar su construcción. Prolongada a lo largo de cinco siglos, esa separación se muestra especialmente en las vidrieras de las naves laterales, de estilo moderno. En el interior, los expedicionarios señalan también la imponente nave central, el coro situado en la cabecera, los restos de policromía o el órgano situado al pie de la iglesia. Mañana, durante el tiempo libre, muchos piensan en volver para disfrutar con calma.
En el tiempo libre, intentamos aprovechar la ciudad: la ribera del Danubio, sus callejuelas o el monumento a Albert Einstein, nacido aquí en 1879. Aunque mayor parte del centro histórico es moderno, pues fue bombardeado por la RAF británica durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad tiene un encanto especial que va más allá de su imponente iglesia mayor. Intentaremos escudriñarlo mejor mañana.
Miguel García Campos (director de comunicación)