Hoy el día empezó temprano, con la Organización sacudiéndose los arrullos y levantando el campamento medio zombies. Casi por inercia preparamos las mesas y pusimos el agua a hervir para preparar el menú: a saber, agua hirviendo con Nesquick (colacao) o agua hirviendo con café instantáneo. Parte del desayuno fueron las tres salteñas (empanadas bolivianas) que nos trajeron por la mañana. Un buen comienzo porque significa que no hay que cocinar (tanto).
La parte fuerte del día empezó con Organización preparando una gymkhana cultural por el centro de La Paz. El día a día del campamento nos demandaba otras cosas e intendencia se tuvo que quedar apagando fuegos.
Tuvimos que preparar la lista de comida y material para los primeros dos días vista y so suponía una visita obligada al mercado de Buenos Aires (que está en La Paz). Fuimos cuatro: Sergio, María y Jorge. Llegamos a la parte alta de la ciudad, sofocados por la altura, y en un camino de rotondas se bifurcaban las “secciones” de un gigantesco centro comercial, al aire libre y popular. Todas las imágenes que una vez pensó de Bolivia son parcialmente ciertas: la mujer andina, emponchada en su puesto y con el cachorro (gorro) esperando a que alguien le solicite lo que vente. El mercado de otra forma, los puestos como vendedores de confianza y alguien que quiere comprar y alguien que quiere vender. Realmente es impresionante como la gente aquí entiende su lugar en el mundo y simplemente vive. Y aun así nos creemos con la suficiencia de juzgar nuestro modo de vida como mejor. Obviamente hay ventajas, pero nunca le vi nada bueno a la grandilocuencia del hombre blanco porque no termina de entender que el “progreso” conlleva siempre ataduras.
En fin, criticas sociales aparte tuve la suerte de pasar tiempo con Jorge Sanz, compañero de Intendencia que se separó conmigo para comprar las cosas de material mientras María y Sergio compraban la comida. Jorge fue de los primeros que conocí cuando llegué al campamento y aparte de consagrarme con la tranquilidad de ser médico, pude ver enseguida que me recordaba a un tipo salido de una canción de Billy Joel “Quick with a joke and to light up a smoke”. La parte, a veces más dura, de tener que trabajar de manera tan continuada es no perder el ánimo, así que desde luego Jorge entendía a qué estábamos dispuesto y simplemente comparte con todos lo mejor de sí mismo.
El resto del día lo dedicamos a hacer talleres (sólo algunos nos pudimos escapar un rato), hacer dinámicas de grupo y algún taller sobre como valerse mejor en la vida rutera. El problema es que el horario se nos solapó a Intendencia cuando contábamos con comprar fruta para el desayuno del día siguiente. Esos son los percances de que la organización de falle: sin juicio ni oficio. Y a falta de beneficio, decidimos pensar que a lo largo de los días todo iría mejor, así que algunos salimos por La Paz para relajarnos y quizás dormir más profundamente después de compartir copa.