
Huh. Iskay. Kinsa. Tawa. Así nos enumeramos en el grupo 4, en quechua, en este día que marca el ecuador de la Ruta. Hoy he estado hablando con una rutera de cómo hace 15 días llegamos a L’Hospitalet sin conocer a nadie y sin saber lo que nos deparaba, y cómo ahora nos conocemos todos y convivimos las veinticuatro horas del día. Existe ahora la sensación de que todos formamos una familia que, además, sabemos que en otros quince días estará aún más unida.
Nos hemos despertado en tiendas de campaña. La noche había empezado con lluvia e incluso nos habíamos calado montándolas, pero afortunadamente, el clima alemán se ha relajado en la madrugada y seguíamos secos al salir el sol, no como la experiencia anterior en medio de la Selva Negra en la que a varios se nos mojó por completo el saco, las mochilas e incluso las billeteras.
Tras el típico desayuno de ruta (leche con cacao y cereales) hemos aprovechado para lavarnos los dientes en el camping y, tras rellenar las cantimploras y coger las mochilas pequeñas, hemos salido en el autobús rumbo a nuestro destino. Nos hemos dividido entonces en dos grupos: los que preferían ir al pueblo y aprovechar para comprar, o los que preferíamos subir al castillo de los Hohenzollern. Los últimos hemos decidido hacer una visita guiada en el interior, y aunque era bastante bonito por dentro, teníamos poco tiempo y ha sido un poco precipitado. Desde arriba se veía todo el pueblo y árboles a mogollón; era una vista muy buena. Después de ver el castillo nos hemos reunido con el resto de ruteros que habían ido al pueblo y hemos comido arroz con salsa de tomate y salchichas, llegando incluso a “tripitir” hasta que se ha acabado toda la olla.
Con el hambre ya algo más calmada hemos tenido otro trayecto en autobús algo más largo, casi de dos horas, hasta llegar a nuestro siguiente destino. Algunos hemos dormido un rato. Hemos llegado entonces a un paraje en el que el río Danubio nos esperaba de nuevo, pero de una forma más especial en la que aparece pequeño y con poca profundidad hasta filtrarse por la tierra como agua subterránea y desaparecer hasta resurgir kilómetros más adelante. En este lugar hemos disfrutado mojándonos los pies escuchando a Javier Terrero y las opiniones de los ruteros sobre la izquierda y la derecha políticas en Europa, con las notas del taller de música de fondo. También, en algún rato, hemos marcado las piedras llenas de moho del río con nuestros nombres, que ahora guardamos en las mochilas.
Sin más, el sol ha empezado a bajar en este atardecer alemán del ecuador de la ruta y volvemos en el autobús de vuelta al camping. Si es posible, ahora aprovecharemos para lavar algo de ropa, ducharnos, cenar, escribir en los diarios los que lo estamos haciendo y volveremos de vuelta para acabar este día de ruta que tan rápido ha pasado, como todos. Mañana más.
Juan Antonio Pérez López (expedicionario)