
¡Y llegó la penúltima caminata de nuestro paso por la Selva Negra! Después del descanso, volvíamos a la carga con muchas ganas de disfrutar al máximo del que ha sido, sin duda, uno de los días más gratificantes de este viaje. Y es que ya sabíamos que iba a ser especial, pues desde el desayuno pudimos probar uno de los manjares más típicos de esta zona: la tarta Selva Negra, que nos dio la energía suficiente para poder aprovechar la experiencia al máximo, por cortesía de José Luis –uno de nuestros guías en la región–.
Antes de comenzar la caminata, realizamos una serie de estiramientos y ejercicios de calentamiento para los 2 km. iniciales, que fueron una subida para llegar al monte Feldberg, el más alto de la Selva Negra. Una vez en la cima pudimos contemplar una de las escenas más embriagadoras de la ruta: ¡el paisaje era increíble! Aun con un poco de frío, nada nos podía parar, incluyendo la grabación de nuestro particular “musical” y muchas, muchísimas fotos para no olvidar nunca nuestro paso por allí. Después de abandonar la cima, no sin esfuerzo, llegamos al monumento a Bismark, desde donde podíamos ver ya un poquito más de cerca nuestra siguiente parada: el lago Feldsee, al que llegamos todos en silencio, disfrutando del momento. Allí estuvimos una hora disfrutando de la paz y tranquilidad del sonido del agua, mientras Pedro, uno de los ruteros más queridos por ser el portador honorífico del tótem en forma de pato, atraía (o ahuyentaba) con él a sus congéneres con relativo éxito.
Hacia las 16 h. realizamos la parada para comer: hoy tocaba bocata de sardinas con tomate, todo un éxito, pero no comparable al que tuvo el queso de cerveza de Javier Terrero, miembro del equipo de intendencia. Después de una mini siesta, partimos hacia el lago Schluchsee, a unos 15 km., para darnos un baño en sus aguas que estaban cerca del punto de congelación, y también aprovechando para darnos masajitos en los pies a su orilla.
Ya más descansados después del chapuzón, caminamos otra media hora hasta el polideportivo donde nos alojaríamos por la noche. Una vez allí, muchos ruteros compartimos unos divertidos momentos recordando nuestra infancia, jugando a la comba antes de cenar, por fin, una deliciosa pasta al pesto para coger fuerzas para la última caminata de esta etapa, a la que vamos llenos de ampollas, pero no por ello con menos ilusión.
Hoy ha sido un día para reflexionar y recordar, para disfrutar de los pequeños momentos que son de todo menos pequeños, y, sobre todo, para recordarlo siempre, no solo por el bello paisaje, sino por con quién lo compartimos.
María Sánchez Jaén (expedicionaria)
Raquel Sánchez Delgado (expedicionaria)