
PRIMERA PARTE
Es difícil abordar de manera pormenorizada lo que durante la semana de las Highlands se ha vivido. El formato de crónica que tiene por objetivo que podáis saber todo lo que hacen las ruteras no lo facilita y en este caso además no hemos estado piel con piel con las expedicionarias aunque sí vigilando de cerca cada paso que daban.
Así que esto es más un relato, el guión de una película que tendrá algunos capítulos que confío sirvan para situar correctamente lo que hemos vivido. Ojalá sea así. Comienzan las Highlands.
Capítulo 1: Adrenalina, ilusión.
Esta es una historia de aventura y como tal, tiene un comienzo de ilusión y expectativa. Las ruteras ríen nerviosas, las componentes de organización también lo están (al menos una parte), también tienen ganas de vivir esta aventura, para muchas de hecho, es el gran incentivo dentro del itinerario de esta edición.
Hay carreras de última hora, detalles que pulir, se repasan protocolos… Todo indica que nos encontramos ante una auténtica expedición de película.
Como en un plano secuencia, se dibujan en mi mente los pensamientos que cada persona de campamento debe tener, ya son muchas horas conviviendo y se van comprendiendo anhelos y temores individuales y conjuntos.
Se dan las últimas indicaciones y por grupos mixtos salen, no tienen que andar mucho y pronto podrán elegir su primera zona de wild camping en este West Highland Way (para algunas de hecho, será la primera de su vida).
Se asientan a poca distancia unas de otras, una cabeza y una cola de organización marcan los límites de este protocolo de acordeón que pretende generar un espacio de seguridad en el cual puedan improvisar.
Algún grupo madrugará, a las cinco ya marchaban; es divertido ver cómo han interiorizado ciertas dinámicas de campamento: un grupo ha decidido darse un número entre ellas para numerarse antes de salir tras cada parada y asegurarse así de que no se ha perdido nadie. Empiezan a entender el por qué de algunas normas de Ruta Inti.
La marcha transcurre sin incidentes, un paisaje boscoso, sin apenas lluvias, con las piernas frescas y la emoción del momento hace que todo marche y lleguen sin problemas, casi confiadas. Nadie imaginaba lo que esperaba…
Capítulo 2: Miedo, la ruptura.
La segunda etapa fue el nudo de la historia, el gran entramado que crea las heroínas de esta película.
Amanece lloviendo, el suelo está embarrado. El terreno de esta etapa es más técnico; varias terrazas de roca que precisan de tres a cuatro puntos de apoyo generan inseguridad, pero a pesar de ello las ruteras cumplen. Llegan al lugar acordado… o eso creían…
A su llegada a Inversnade el equipo médico toma la palabra; las primeras garrapatas entran en escena. Explican cómo revisarse y por parejas las ruteras empiezan a encontrarse decenas de garrapatas. La lluvia vuelve a arreciar de forma racheada; empieza el nerviosismo, carreras para cubrirse, pedir que les quitemos sus garrapatas y en un momento de cámara lenta de esos que ocurren en el climax del estrés, una piensa en las siete plagas bíblicas de la tradición católica que mandó Dios para liberar el pueblo judío de los egipcios. ¿Qué más podía pasar?
El punto de reunión está más lejos en realidad; por un problema de confusión en los nombres todas debemos de seguir caminando, concretamente hasta Inverarnan (y aún quedaba Inveroran en el camino). Hay desanimo, algo de hambre, pero es pronto y la distancia es recorrible en dos horas de camino a paso normal. Pero el día no acompaña y todo lo que podía ir mal, va peor. La lluvia caía aún con más fuerza, el día es oscuro con niebla dibujando un paisaje tétrico sobre los montes alrededor del pantano que debemos de bordear; en realidad es una imagen única, no da para ser disfrutada, hoy todas activamos nuestra mentalidad de hacer camino, llegar cómo sea, contra viento y lluvia, contra el peso de la mochila, contra los pies calados como en el caso del que escribe.
Aún había espacio para un contratiempo más, una inteña tiene mucho dolor en la rodilla; sus compañeras aguantan con ella, la esperan; se ha insistido mucho y en general se entiende: no se abandona a nadie, el grupo unido para protegerse.
Finalmente, y tras mucho intentarlo, no puede más y abandona el camino por un punto de fuga improvisado a través de la laguna, acompañada por Raúl Plaza, el más experto de nuestra expedición en situaciones de aventura, esperan a Manuel Lacasa, jefe de campamento quien llega con el barco de rescate. Afortunadamente, no hay lesión grave, pero el dolor ha vencido, si bien esta compañera tendría la oportunidad de redimirse más tarde luchando contra el mismo dolor de la rodilla subiendo a la cima del Ben Nevis tan solo unos días más tarde.
Toda esta trama retrasa mucho a la expedición, llegando por fin el último grupo a eso de las cinco y media. Todas llegan derrotadas, justo en el momento de la película en el que parece que las protagonistas se van a rendir y van a ser derrotadas, llegan al campamento y el peligro desaparece; como si estuviera orquestado para de llover, las heroínas pueden descansar, van pasando a dejar sus mochilas y la ropa mojada, y salen de nuevo… salen… ¿con una sonrisa?
No doy crédito a lo que veo. Se abrazan, gastan bromas de camino a una comida demasiado esperada. Las ruteras se sienten poderosas, han vencido en esta particular guerra contra su cuerpo y sobre todo, contra su mente: el peso, el agua, el barro, el hambre… Nada ha podido con ellas, han llegado prácticamente todas y salvo algún mareo que obliga a correr al equipo médico después de la paliza de la caminata (sin revestir mayor importancia) todas se encuentran en perfecto estado de salud.
Es una sensación única esa, cuando no puedes hacer nada más que seguir y tu mente solo se pregunta cuánto tiempo quedará para dar ese último paso; quieres dejarlo y pararlo todo, pero el cuerpo sigue y sigue, hasta que llegas y entonces te paras y piensas: “soy más fuerte de lo que creía”, “mis límites diarios no eran tales”. Y se produce una extraña catarsis con una misma y con las compañeras de fatiga.
Desde Ruta Inti hay sorpresas positivas: hoy no se hará wild camp. Nos quedamos esa noche en un campamento turístico donde habrá duchas, lavadora y secadora, comidas calientes e incluso se decide dejar que haya alguna cerveza de celebración mientras disfrutamos de un concierto en vivo de un artista local que hace versiones de canciones que las ruteras corean a voz en grito.
Las ruteras lo saben, pero aun así se les advierte de que al día siguiente se continúa y se deben guardar las formas y mantener el compromiso adquirido con Ruta Inti.
No obstante es un día único, es un antes y un después en sus vidas y así se lo intento transmitir en la reflexión común oficial que tenemos durante la tarde en la que como coordinador médico procuro cuidar la parte más importante: sus emociones y su estado psicológico.
Lo palpan o lo intuyen, pero lo refuerzo: los límites han cambiado, palabras como sufrimiento o resiliencia ya tienen una connotación distinta para ellas; conocerán unas risas y una alegría que hasta ahora eran desconocidas, generarán lazos inexplicables para cualquier otra persona que no haya vivido esa jornada con ellas, y sobre todo, la palabra aventura ya no será una desconocida mitificada, ahora le ponen cara, saben lo que es, aunque ha sido en un ambiente controlado, aventura no será nunca más esa idea de gloria sin penurias que tenían en su imaginario. Habrá a quién le guste y habrá a quién no, pero eso ya escapa de los objetivos de Ruta Inti. Lo que sin duda sí hemos conseguido (que es lo primordial), es que se conozcan mejor, que expriman sus capacidades y exploren sus límites; marcar un antes y un después que parece que en la mayoría de casos será para bien, y el grupo lo empieza a sentir.
La ruptura ha llegado…
SEGUNDA PARTE
Capítulo 3: calma y belleza.
Tras la tormenta siempre llega la calma, parece que fuera un contrato adquirido entre Ruta Inti y la Pachamama.
Dejamos nuestra historia tras una etapa difícil, dura, pero a la vez transformadora. La película no ha acabado, queda aún trama por desenredar, aventuras y belleza que admirar. Tras un largo combate y antes de la batalla final siempre hay tiempo para la reflexión y la templanza, para sentarse a admirar lo realizado, para sacar lecciones, para prepararse para los próximos viajes. Mochila llena en ristre, con herramientas para gestionar las inclemencias del tiempo si es preciso, para contener el torrente de pensamientos. Es la paz en el camino del guerrero samurái, de la tradición japoneas… un momento reconciliador impregnado de un presente absoluto que permite dejar atrás el ayer robando de él lo necesario para desafiar al futuro que vendrá. Todo tan armónico, todo así de contradictorio.
A esa dura etapa donde lo dejamos en la primera parte de esta crónica, le siguen varios días de etapas cortas, llanas, con buen tiempo.
Habrá espacio para disfrutar en grupo, para caminar con calma, para descansar el cuerpo hasta cierto punto, para aprender en los talleres impartidos por participantes, e incluso, para rascarse con tranquilidad las mordeduras de los que ya son el enemigo público número uno de todas las expedicionarias: los midges.
El paisaje que nos acompaña, es idílico: montes verdes que delimitan valles formados por glaciaciones ocurridas hace millones de años como nos explica Aitor Cid, geólogo de formación y expedicionario de Ruta Inti.
No hay palabras para describir la paz y el sosiego que traen consigo este lugar cuando el clima respeta y una se puede para para pensar con el corazón, para aprehender la belleza que rodea. Mentiría si dijera que puedo plasmar sobre un papel las emociones que despierta sobre mí o sobre el grupo encontrarmnos observando desde la ladera de uno de los montes que conforman el valle inmenso que tenemos ante nuestros ojos, cortado únicamente por un lago que entra desde el mar mientras a mi lado suena la tin whistle de Íñigo Sáenz. Ese cerrar los ojos y darse a la inmensidad de la montaña. Los diferentes picos rodeando la escena en trescientos sesenta grados, las nubes blancas espesas degradando la luz del cielo en infinitas longitudes de onda para que podamos observarla. Coger aire hondo sintiendo cómo el oxígeno impregna cada célula de nuestro cuerpo mientras que a nuestro alrededor no se escucha nada que rompa esa construcción en la memoria.
Es la belleza de lo natural, la creación más potente que una pueda imaginar.
Las marchas se acompasan a ese estado de ánimo que genera el paisaje. Mientras recorres los mismos valles que después observarás desde la altura, las conversaciones son calmadas, filosóficas, la ausencia de dificultad técnica permite al cerebro volar fuera del cuerpo y pensar, profundizar en las personas que le acompañan. Conoces mejor los anhelos de tus compañeras, sus historias familiares y de amistad, puedes reír, bromear… o bien puedes alejarte un poco, olvidarte de tu entorno y reflexionar, tomar decisiones… es decir, puedes ser humano social o individual.
Y así transcurren estas etapas intermedias, con mucha paz y tranquilidad.
Capítulo 4: la recompensa, una victoria de todas.
“Todo empieza y todo acaba, pero lo nuestro es pasar…” Hablando de caminos es difícil no acordarse de Alberti y sus versos, como el poeta transita por las líneas del papel, Ruta Inti atraviesa pueblos y senderos intentando siempre dejar la menor huella, sólo la espiritual y haciendo caminos en las expedicionarias de cada año.
Las Highlands no serán la excepción. Tras unos días de calma llegaron dos etapas algo más duras con subidas y bajadas de las que ponen a prueba talones y rodillas; etapas variopintas según la persona. Pero una nube iba a eclipsarlo todo.
En la víspera de la última jornada arrecia una lluvia de las bíblicas ya conocidas. Nos encontramos en Kinlochleven, a pesar de contar con permiso legal para acampar, no somos bien recibidas por un vecino que nos increpa, por lo que se decide hacer talleres que tendrán que ser suspendidos debido a la lluvia en espera de una solución. Con la humedad y el atardecer, vuelven a aparecer… son ellos… no hablo de los caminantes blancos, sino de los midges, unos pequeños insectos voladores que muerden y dejan unos habones parecidos a los de los mosquitos que decoran nuestra piel por completo, algunas se sienten como si hubiesen vuelto a la pubertad, y en ese pequeño pueblo en el que nos encontramos, tenemos una alerta de cinco sobre cinco, lo que implica una nube de la que no te libras ni moviéndote, truco utilizado a menudo para paliar la sensación de agobio que produce tener tantos bichos a tu alrededor sobrevolando tu espacio vital, amenazando con morderte y dejarte varios días con la necesidad continua de rascarte. Ni siquiera la comida respetan… abres el poto para comer y caen como los copos de nieve sobre el suelo… Es insufrible, asfixiante, exasperante.
Y la lluvia no para, no hay cese en el castigo, las tiendas no están puestas y tras el apoyo de una vecina que nos dice que no hagamos caso, tomamos la decisión: acampamos por derecho, sin importar lo que hubiera dicho aquel hombre de aspecto enfadado. Decidimos hacerlo por la noche, silenciosamente, para minimizar los problemas que podamos tener con las vecinas y mañana es momento de cerrar la etapa. Pero los ánimos están bajos, hay enfado, algunas incluso se preguntan si ha merecido la pena.
El alba trae consigo claridad mental, ¿cuántas veces nos obcecamos en cómo nos sentimos a través de otras cosas? ¿Cuánto puede nuestra negatividad sin darnos cuenta?
Comenzamos a caminar y el cielo amenazaba, aunque afortunada o desgraciadamente sólo ataca en la comida. Las piernas pesan, la mente no acaba de estar despejada, pero seguimos y poco a poco nos centramos en el paisaje, la etapa se hace más sencilla según avanza y cuando queda aproximadamente una hora y media de camino y salimos del paisaje propio de las Highlands, el ánimo se va tornando. La alegría se palpa, hay sonrisas, algún abrazo…
Entramos en la ciudad y todo está coordinado para que entremos juntas. Al frente de la expedición una compañera con nombre propio que merece la pena ser resaltada, ha generado un sentimiento de admiración por todas: Elena Alonso.
Ella ha padecido mil y un inconvenientes, cada paso le ha costado, pero ha seguido perseverando cada día, sin cejar en su empeño. Su grupo siempre la ha apoyado y se ha adaptado a su ritmo… tiene que ser ella la primera en entrar, no se nos ocurre a una persona más idónea para simbolizar lo que hemos vivido todas durante esta semana.
Allí sentado con su bastón se encuentra Fernando Enríquez para recibirnos con su sonrisa niñada.
Se ha acabado.
Abrazos, lágrimas, fotos… Es difícil describir lo que se vive, destacan el reto que supone: “lo hemos hecho”, pero se mencionan también otras cosas como la belleza del sitio por donde hemos estado transitando, que necesitamos descansar… Y así va a ser… nuestro destino una vez subidas de nuevo en los buses de Amuedo que nos acompañan durante la mayoría de las rutas, es un cámping en Fort Augustus donde pasaremos tres noches con ducha, lavadora y el resto de componentes del pack de “comodidades” necesario que incluye (y parece nimio pero no lo es) el poder dejar las tiendas montadas y no tener que deshacerlas cada día.
Ha sido toda una experiencia, con altibajos, pero al final las expedicionarias dan las gracias en general por haber incluido este desafío en el recorrido. Ha sido un reto importante, ha sido aventura, ha sido naturaleza, ha sido ruptura… han sido las Highlands.
Estoy convencido que será de esto de lo que hablen las ruteras cuando lleguen a sus casas; ojalá sí, pero imagino que ni Robert the Bruce, ni Wiliam Wallace, ni los jacobitas coparán las principales anécdotas. Al final se recuerda aquello que no pone contra las cuerdas, aquello que nos hace sacar cosas de nosotras que no sabíamos que llevábamos dentro. La vida es eso al fin y al cabo.
Han probado un camino, han vencido a sus propios gigantes, no eran tal, sólo eran molinos de viento. Hay muchas historias que he vivido personalmente, otras muchas no, pero lo que da esperanzas y motoriza que año tras año sigamos creando este espacio de Ruta Inti es ese brillo en los ojos cuando las expedicionarias consiguen sus metas y quizás, quién sabe, cuando vuelvan y la vida apriete sus tuercas y las quiera aplastar, recuerden esta experiencia, aprieten un poco más los dientes y lo digan: “bueno, sólo queda caminar”.
Ojalá sea así.
Buen camino a todas.
Nelson, Coordinador Equipo Médico.