
Por Alicia Serrano Funcia, expedicionaria:
El tiempo se alarga cuando estás en ruta. Para mí, el día de hoy podría haber abarcado perfectamente dos o tres días de mi rutina habitual, tanto por el número de actividades (y experiencias) como por la cantidad de sentimientos y reflexiones que me han sacudido.
No ha sido hasta que he empezado por la noche a escribir cuando he sido consciente de todo lo que se puede abarcar en apenas un día, y tengo la oportunidad de contarlo. Hemos amanecido a las 8:45am en el pueblo de Toro, provincia de Zamora desde donde, tras desayunar y recoger el campamento, hemos partido hacia dicha ciudad.
En el trayecto un grupo de voces e instrumentos nos hemos reunido en la parte trasera del autobús para ensayar un par de canciones, ya que en el, en un inicio taller de música, ha terminado por transformarse en un coro y orquesta por sacar de toda la expedición, que tendremos que sacar adelante en los ratos libres.
Tras descargar todo en el pabellón de la ciudad deportiva de Zamora, nos hemos dirigido al Teatro Alhondiga donde el Ayuntamiento nos había cedido una sala para realizar una conferencia sobre los orígenes, valores y fin último de la Ruta Inti, así como todo el trabajo de planificación y organización que, por lo general, permanece oculto a expedicionarios.
No podría decir cuál fue el momento exacto en que la atmosfera cambió, pero sucedió de una manera fascinante. Quizá fue porque de pronto todos nos dimos cuenta (por primera vez) del verdadero motivo por el que cada uno estábamos allí. Una vez hubo terminado la conferencia, Aurora, una compañera de mi grupo, se levantó para explicar sus expectativas sobre el viaje que, ahora mismo, todos tenemos por delante. Resonaron palabras como aprendizaje, aventura, descubrirse a uno mismo o proyectarse. No se muy bien como pero uno a uno los miembros de la organización y algún que otro rutero fueron poniéndose de pie y hablando sobre como los reticencias de muchos por volver este año se habían disipado por completo en estos rpimeros días. Como muchos de ellos sentían que estaban juntos donde debían estar y como todo el sacrificio cale la pena cuando uno cree en el sueño por el que lucha, que en este caso no es otro que volver a encontrarse, en una edición más, para dejar que la Ruta Inti suga viviendo a través de todos nosotros.
Las palabras llevaron a los ojos humedecidos de todos y al llanto de más de uno, y es que los lazos que muchos hemos forjado y forjaremos a lo largo de esta expedición nos unen de una manera única. A partir de ahora todos sabemos que somos parte de esta ‘familia’ que sí se elige.
Cuando todo hubo terminado, salimos corriendo hacia la recepción que teníamos en el Ayuntamiento con el teniente del Alcalde y la Concejala de Juventud, que en nombre de la ciudad nos han acogido con los brazos abiertos.
Nos han invitado a comer en el campus de la universidad de Salamanca y he aprovechado para sentarme en una mesa con varias personas a las que todavía no había tenido la oportunidad de conocer y, sinceramente, vale la pena obligarse a salir de la burbuja y dejarse sorprender por lo que cada uno tiene para ofrecer. Todos parecemos entenderlo y nos abrimos muy rápido. Nunca faltan las sonrisas y las buenas palabras, aunque ni siquiera te acuerdes del nombre de una persona.
A la tarde hemos vuelto al pabellón para comenzar los talleres de ruteros. En concreto se nos ha dado a elegir entre repujada de estaño, improvisación teatral o bailes urbanos, los cuales se desarrollarán durante 3 sesiones de 1 hora cada una.
Yo estaba indecisa entre los dos primeros, he terminado decidiéndome por el segundo, y puedo decir que no me arrepiento. Lo hemos pasado genial, con una serie de juegos que nos han ayudado a soltarnos y nos han hecho reír a carcajadas. Mi favorito ha sido una carrera a cámara lenta, donde el último en llegar ganaba.
Después hemos dejado de ser pollitos por un rato, quitándonos la camiseta amarilla, para dedicarnos a recorrer la cuidad durante el tiempo libre. Un grupo hemos ido con Nano, el director de la expedición, quién nos ha realizado una visita guiada por las calles, monumentos y la historia de Zamora. No ha faltado el tiempo para admirar las vistas del Duero o sentarnos tranquilamente en la Plaza Viniata para tomar algo.
Hemos cerrado el día con la cena y la reunión de campamento, hasta que, escuchando aun las voces de mis compañeros en sus sacos, mis ojos se han cerrado sobre el papel.