
Por Javier Terrero, encargado blog y coordinador de talleres.
Es un amanecer tranquilo. El sol penetra por el portón que da acceso al polideportivo. Se sirve un desayuno sencillo, tostadas y leche, y los ruteros charlan animadamente en el césped de la entrada. Hoy se cumple un tercio de esta aventura, han pasado ya diez días, y el paso del tiempo, desfigurado ya por la experiencia, es algo que apenas se percibe en el ambiente.
La mañana comienza con unas dinámicas de grupo. La idea es terminar de franquear, de destruir diría más bien, las pocas barreras que existen entre nosotros. El primer ejercicio, que implica actividad física, despierta a la expedición del letargo de la mañana. El segundo, una terapia de miedos, permite profundizar en la personalidad de cada uno.
Los miedos son la mayor debilidad del ser humano, y todos son únicos y distintos en sus matices, aunque similares en su transfondo. Nosotros, de igual forma, somos individuos con diferentes disfraces y una realidad interior pareja, que nos construye como especie, como humanidad.
Antes de comer se organizan talleres dinámicos. Los expedicionarios se pierden en el abecedario griego, primero, y bucean en el papel de las humanidades, después. Ambas temáticas parecen coincidir en una misma conclusión: la necesidad de reconducir nuestra sociedad hacia una visión más humana y menos utilitarista de las cosas.
Sin embargo, la mayor sorpresa aun estaba por llegar. Por la tarde, los patrocinadores de GEAventura ofrecen a la expedición una tarde de actividades deportivas en los alrededores del río Júcar. Piragüismo, slackline, escalada… Una buena práctica para la transhoceánica, la verdadera prueba, que llegará mañana y borrara de un plumazo los miedos, las dudas, las inseguridades.
https://m.soundcloud.com/radio-ruta-inti/26-de-julio-actividades-multi-aventura-en-cuenca
Agotados, los expedicionarios vuelven al pabellón y cenan, excitados, expectantes ante el día de mañana, ante la gran caminata de la etapa española. El silencio se hace presente en el polideportivo, y sólo resuenan, si acaso, los sueños de todos ellos, golpeando contra el techo, como deseando escapar de aquel claustro cerrado.