
Por Javier Sáenz, expedicionario.
Hoy hemos amanecido por segundo día consecutivo en la capital de la cultura occidental, y, ya de vuelta nocturna en el polideportivo, es hora de hacer balance del día de la ruta que más me ha llenado hasta la fecha. Tras un perezoso despertar y una apresurada marcha acompañada de nuestro amigo el sol griego y su inseparable compañero el sudor, subimos a lo alto de la colina del Filopapo. Otra panorámica espectacular de la blanca y extensa Atenas y acto seguido una interesante charla de mi buen amigo Miguel sobre la democracia ateniense junto con una representación antropológica de La Asamblea de Mujeres de Aristófanes, ocuparon la mañana en el día de hoy. El colofón, como no podía ser de otra manera, llegó con la visita a la Acrópolis.
Resulta emocionante valorar la importancia de la visita al centro cultural de Atenas, monumento representativo griego por antonomasia. Para un apasionado de la historia como yo, todo un privilegio.
Después de la comida y una larga visita al Museo de la Acrópolis, llegó el tiempo libre: En mi caso, paseo por el barrio de Plaka, helado, gyros y una vuelta por el mercado callejero en gran compañía. Una inmersión en la cultura griega con música de Mikis Teodorakis y olor a jabón y maíz de fondo es un espectacular ejemplo de lo que Atenas es capaz de ofrecer a turistas que intentan hacer algo más que turistear, como nosotros.
Finalmente, acabamos este domingo en el mirador del Areópago contemplando las vistas de la megalómana Atenas con el Partenón como compañero privilegiado de las mismas. Es, sin lugar a dudas, embriagador como el tiempo libre, el paseo por la ciudad y las extraordinarias vistas han causado un buen rollo general entre la organización y los expedicionarios que se va mostrando en forma de actitud reflexiva, alegría moderada e incluso euforia en función de cada cual.
A título personal es la segunda vez que estoy en Atenas y descubro que esta ciudad tiene multitud de nuevas emociones que aportar a cada visita. En esta ocasión ha sido desde un prisma totalmente diferente y ha despertado en mí una sensación de apertura, multiculturalidad y la percepción de sentirme pequeño frente al universo. Hermosos sentimientos que, no mejoran o empeoran los que tenía de mi anterior estancia, sino que enriquecen el abanico de recuerdos guardados sobre esta capital.
Finalmente dar un besazo a mis padres, José Miguel y Rocío, que sé que siguen la página con asiduidad: Os echo de menos, ya os contaré. 🙂