
Por Javier Terrero, encargado blog y coordinador de talleres.
La Ruta Inti levanta campamento. Es una mañana clara y cálida. Castilla-La Mancha nos acoge con una solidaridad infinita. Tierra de nada, de extensas planicies, de pueblos densos y profundos. La tradición y lo antiguo se ven aquí representados.
Tras desayunar comienza la caminata, una antesala de la gran aventura de Cuenca. Los expedicionarios demuestran estar en buena forma física, motivados, preparados para lo que haya de venir. El camino es polvoriento y soleado. La expedición avanza rodeada en ocasiones de cultivos, en otras de terrenos amarillos, dorados y castaños. En Villaescusa de Haro, destino de la travesía, se goza de un breve descanso en el lavadero tradicional, allá donde mujeres han exprimido sus ropa, una y otra vez, a lo largo de los siglos, mano contra piedra. Este espacio queda recogido en la famosa obra de Cervantes, y por un momento los expedicionarios pueden comprenderse a sí mismos, porque no, como figurantes novelescos.
Los autobuses recogen allí a la expedición y la transportan al mítico pueblo de El Toboso, hogar de la fantástica Dulcinea, princesa de alta cuna o criadora de cerdos. Un paraje existente entre la realidad y la ficción, que parecen inseparables cuando se transita por sus calles, de bellas puertas pintadas, en azules y blancos puros. Varios monumentos y el nombre de las calles son pruebas del carácter literario de la localidad.
Cuando finaliza el tiempo libre, ya atardeciendo, algunos expedicionarios imparten distintos talleres, en ese intento de fomentar el intercambio intelectual y de valores humanos durante el viaje. En el día de hoy, los jóvenes eligen entre relatividad, escritura creativa o charla histórica sobre Marco Polo. Resulta mágico, a los ojos de este cronista, el enriquecimiento interdisciplinar que se brinda en esta aventura, un conocimiento que parte de los expedicionarios y revierte en ellos mismos.
La noche inunda lentamente el pueblo de El Toboso. La expedición se desplaza hasta la plaza de la Constitución. Un molino gigante cartón-piedra preside la escena. Se escucha el rumor de la fuente, las risas de los niños.
El concejal de turismo de la localidad da vida a algunos de los pasajes más famosos de la obra cervantina para la expedición. El público de El Toboso, expectante, toma asiento lentamente. Una luz de farola blanquecina ilumina sus rostros.
Todo está preparado para la primera actuación de la Ruta Inti, una representación interdisciplinar en la que se funden el teatro, el arte, y la música. Estos pequeños espacios ponen a prueba a la expedición, dan un sentido a su trabajo en los diferentes talleres, y exporta los valores que la Ruta Inti defiende y transmite.
La actuación toca a su fin. Un momento de silencio, quizás imaginado, parece querer cobrar sentido por sí mismo, buscar asentar lo que allí ha sucedido. Unos aplausos cierran un día de retos, de superación y de vida.