
Las ruinas de un pueblo. Por Javier Terrero.
Adiós Chefchaouen. Adiós. Mucho nos has dado en estos tres días. Hoy se abandonan tus calles y tus plazas, el azul y el agua, pero aun persistirá lo aprendido en forma de recuerdo cansado en esas noches creadas para evocar el pasado.
La expedición viaja de nuevo, prosigue en la tarea de llenar su mochila de vida y experiencias. Los días se hacen más largos e intensos. Marruecos empieza a hacer mella en nuestros corazones.
Hoy son tres las localidades que la expedición visita. La primera de ellas es Volubilis. Apenas incompletas ruinas quedan ahora de la que fue una de las ciudades romanas más relevantes del Norte de África. Los restos, cercanos al actual asentamiento, convertidos en atracción turística, constituyen una prueba de la grandeza del Imperio. El enclave estratégico de la ciudad se vislumbra desde el Arco de Triunfo. A su alrededor se divisan largas extensiones de terrenos cultivables, antiguamente utilizados para la producción de aceite y trigo, abandonados sin embargo desde la caída del Imperio Romano. Una charla con el director de la expedición nos permite entrar más en contacto con la realidad histórica del enclave. La ciudad fue fundada por los cartagineses en el siglo III a.C. El famoso terremoto de 1755, conocido también como el terremoto de Lisboa, terminó por derrumbarla y enterrarla en el olvido hasta ser convertida en museo en el pasado siglo.
Una hora a pie nos separa de nuestro próximo destino, la ciudad de Mulay Idris. Aprovechando el tiempo libre, algunos expedicionarios ascienden por callejuelas de la pequeña ciudad y superan los más de doscientos escalones que conducen a la terraza mirador del municipio. Otros, más cansados u ociosos, disfrutan de un té en la plaza central o se dirigen al mercado en busca de algo de comida. Ninguno quedamos indiferentes a la fachada exterior del palacio del anfitrión de la ciudad, que por desgracia no podemos visitar (su entrada está prohibida a los cristianos).
Con el sol cayendo, la expedición penetra en la famosa ciudad de Mequinez y se desplaza al colegio de los franciscanos donde pasará la noche. En una biblioteca cercana, miembros de la comunidad Bereber nos explican sus tradiciones culturales, su historia y sus actuales peculiaridades y circunstancias. Lo que empieza como una exposición, pronto se convierte en un debate de tú a tú con los representantes de dicha minoría en el que salen a la luz algunos de los conflictos e interrogantes más comunes de los países islámicos como el machismo, la religión, la imposición estatal de valores, la educación etc. Cada día aprendemos más los unos de los otros. Sorprende comprobar lo que entre todos se construye en este viaje, en el que cada persona tiene algo distinto que aportar, un matiz más a añadir a la personalidad de cada uno de nosotros, que nos vamos transformando poco a poco a lo largo del camino.
Tras un tiempo libre en el que los expedicionarios toman un primer contacto con la nueva ciudad, se cena en el casco histórico de la misma y nos disponemos al definitivo y merecido descanso. Mequinez aún no ha mostrado todas las maravillas que tiene ocultas para nosotros. En nuestra mano estará descubrirlas y aprovechar nuestra estancia los días venideros.
Se hace silencio en el campamento. Los expedicionarios duermen por fin. Mañana más y… mejor.
3 comments
Luis Hernández
31 julio 2014 at 09:04
Gracias Javier.
El dicho de una imagen vale más que mil palabras en tus crónicas no se cumple. Más bien al contrario, una crónica como estas vale más que mil imágenes.
Esperamos.Buen viaje.
Sandra FL
31 julio 2014 at 09:36
Muchas gracias por compartirlo!!
BEGONIA
31 julio 2014 at 14:39
Estoy de acuerdo con Luis.
En tus palabras hay sabores y olores de aquella tierra que os acoge.
Gracias por permitir que durante unos minutos nuestra mente se traslade a vuestro lado. ¿Será esto lo que llaman Magia?
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