
Por Elena Garrido, expedicionaria:
El día comienza. Abrir los ojos y sentirte rodeada, rodeada de personas de las que poco a poco vas sabiendo más y más.
Con esta nueva mañana también comienzan nuevos sentimientos e inquietudes.
Y para tener la mente a punto/lista y preparada nada mejor que comenzar el día con un poco de movimiento, estiramientos y juegos muy divertidos que hasta nos hacen sudar. Y nosotros pensando en el desayuno.
Tiene algo especial desayunar en una azotea pero aún más especial es aquello que se logra al trabajar juntos. Cargamos mochilas y demás en los buses. Todas las manos están dispuestas a ayudar.
El viaje en bus transcurre entre canciones, risas y algún que otro sueño. Además aprovechamos para seguir conociéndonos y contando nuestras historias, aquellas que nos hacen ser como somos y nos hacen pensar como pensamos. Como la historia de Aurora y su voluntariado con niños con diversos problemas. Y es que a veces se produce una enorme paradoja, intentando ayudar y enseñar, somos nosotros mismos los que más aprendemos.
Paramos a ver los toros de Guisado, símbolo de lo que hubo y hay aquí, de lo que posee esta tierra, ganadería… Entre el sol y el viento escuchamos historias de Colón, de reyes, acuerdos, batallas…
Continúa el camino en bus, muy pocos siguen despiertos en el trayecto y al llegar a Toro nos ofrecen una comida de la que disfrutamos juntos.
Visita a ‘Las Edades del Hombre’, distintas obras y distintos artistas, obras y distintos artistas, obras religiosas, la conexión entre ellas, el agua, de ahí el nombre de la exposición ‘Aqua’, donde queda patente la importancia del agua en los actos religiosos como el bautismo, símbolo casi siempre de pureza. A destacar la referencia a los refugiados actuales, esa gran crisis que se está produciendo.
Tras esto visitamos la plaza de toros y el teatro, y disfrutamos de las magníficas vistas desde lo alto del castillo, desde allí arriba se ve el mar de Castilla, el río Duero y los amplios campos, algunos de cultivo, bañados en sol.
Nos instalamos en el pabellón, que este acogedor pueblo nos ofrece y asistimos a los talleres rotatorios, donde se supone que por fin nos decantamos por uno de ellos.
El día se cierra con acertijos y entre la música de la guitarra de fondo. Mañana será un nuevo día para compartir y aprender al menos una cosa nueva.