
El Marruecos rural. Por Javier Terrero
Fin de Ramadán. En la plaza se congregan cientos de hombres vestidos de blanco. Grandes alfombras se extienden por el suelo de Chefchaouen. La expedición se pone en marcha. Tras unos días visitando la pequeña urbe, admirando la cultura y la personalidad de sus gentes, nos desplazamos a la sierra de Akchour, paraje natural que protege la ciudad.
El camino abandona rápidamente la ciudad y se adentra en zona de montaña. Comienza una ascensión compleja por los territorios rurales de la provincia. Tres son los pueblos que atravesamos en en el camino.
Estas pequeñas localidades son un ejemplo del Marruecos más profundo. Los niños abandonan sus juegos ante la nueva atracción, sorprendidos quizás por la presencia de tanto extranjero en sus humildes tierras. Salimos al encuentro de casas desperdigadas a lo largo del camino, cercanas a plantaciones y granjas de las que las familias rurales subsisten. Aquí se hacen más patentes si cabe las diferencias con el mundo occidental.
El cultivo de marihuana es la principal fuente de recursos y cientos de hectáreas se tiñen de un verde característico. Algunos lugareños incluso nos ofrecen una cata de su especialidad, que rechazamos amistosamente.
La vida es tan distinta aquí… El tiempo, por ejemplo, es tan solo otro modo de distribuir la vida diaria, y lejos está, como en occidente, de convertirse en una obligación que frene nuestro impulso vital. Se vive con poco, pero las caras sonríen a pesar de la escasez económica y altos muros de hormigón no recogen ansiedades, porque la sencillez prima sobre el artificio, y nadie pretende ser más de lo que son: hombres de tierra, hoz y trabajo.
La expedición se adentra en la montaña y desciende por la cara oculta de la misma hasta Puente de Dios, una formación rocosa natural que permite cruzar el río Akchour, objetivo final de la ruta. Los expedicionarios disfrutan allí de un tiempo de baño y disfrute. El paseo de árboles aflorados que, como si de un dosel selvático se trataran, cobija y da sombra al grupo, se convierten en el perfecto espacio para compartir impresiones y echarse una siesta.
A la noche, de vuelta en Chefchaouen, con el cansancio acumulado de las 8 horas de marcha, la expedición mantiene un coloquio con la asociación patrocinadora Tayf de L’image, que nos explica sus proyecto y nos aporta una visión nueva acerca de la cooperación en la ya visitada ciudad.
Ha sido un día muy largo. El cansancio supera nuestras fuerzas La vida nocturna marroquí acaba de comenzar cuando las luces se apagan. La aventura continuará… mañana.