
Por Peter Wrhovina , expedicionario de la edición 2016:
Me acuerdo como me encantaban los distintos colores del mapa cuando era pequeño: los paisajes, las aguas, las montañas, las bandera… Pero aquel momento todavía no tenía ni idea de que dentro de unos años podría ir cumpliendo mis sueños y recorrer algunos de aquellos sitios que en mi atlas parecían tan lejanos e inaccesibles.
Sabía que existían los bereberes al norte de África pero hasta el invierno de este año no tenía ni pensado que un día iba a convivir con ellos. Parece algo muy ajeno, totalmente atípico en mi vida cotidiana.
Nos alejamos en un pueblo llamado Flilou bajo los picos del Atlas en una comunidad única Amazig. Durante oso días teníamos la posibilidad única de meternos más profundamente en la vida y costumbres de esta gente- Una de las diferencias de tradición principales fue el horario que tenía esta gente del pueblo. Ellos se despiertan con el primer sol de la mañana y antes de desayunar ya se ponen a trabajar en el campo. El tercer día de la convivencia el dueño de nuestra casa, Mustafá, decidió guiarnos a un río, cerca del pueblo para lavar. Íbamos con ganas, los 5 que íbamos, puesto que el resto de nuestros compañeros habían caído. Sufrían los síntomas que suelen experimentar los turistas en Marruecos.
Mustafá ya estaba esperándonos sin duda puesto que cargó sus mulas con sacos, montonazos de sacos sin lavar, una docena de alfombras, tapices y mantas. Así llegamos tras atravesar los huertos de manzanos a un cañón del río de Flilou, donde los Amazig tenían un sitio con logística bien desarrollada para lavar.
Yo con mi amigo Santiago me dediqué a limpiar las mantas. La técnica fue mojarlas en el canal dónde corría el agua, darle puñetazos con un bate parecido al de baseball y volverla a meter en el agua. El siguiente paso fue tender al suelo y limpiarla con las manos y los pies aplicando un detergente. Después puñetazos de nuevo y volver a meterlas en el agua. Como fase final las tendemos en rocas y nos metemos nosotros al río con los niños del pueblo.
En resumen, ha sido una oportunidad única ver como realizan los Amazig tareas iguales a las que hacemos nosotros de una manera totalmente distinta. Le dan muchísima importancia al ahorro, no malgastar agua para lavar. Sin embargo, dejan ignorados detalles como la contaminación del medio ambiente. Valores distintos, costumbres distintas pero los fines son iguales a los nuestros. Antes tenía muy poca idea de los bereberes, sin embargo, desde el momento en el que un señor amazig reconoció mi trabajo y aprendizaje al lado de un tajin, he quedado agradecido para siempre.