
Por Javier Terrero, coordinador de talleres y encargado blog.
Tesalónica se despide de la expedición con los rayos del sol filtrándose por los ventanales de un pabellón caótico tras tres días de uso. Un ligero desayuno da paso a unas largas horas de bus, las últimas tan extensas de la expedición, hasta la llegada a la antigua Neápolis.
Esta pequeña localidad costera, aunque insignificante, apenas una anécdota en los libros de historia, esconde a pesar de ello algún que otro secreto. Fundada por veteranos del ejército romano, la actual Kavala conserva su viejo castillo con una torre desde donde se divisa la isla de Thassos, próximo destino.
En sus callejuelas de piedra se encuentra también la casa de Mohamed Alí, pacha de la región de Egipto en el Imperio Otomano, engranaje fundamental durante el s.XVIII en las relaciones internacionales del mar mediterráneo.
Por la tarde la expedición se desplaza a la isla de Thassos, reserva de oro de las grandes familias de toda Grecia continental, como los Pisistrátidas, mecenas del templo de Zeus que aún queda en pie en la ciudad de Atenas.
En el agora de esta isla, sentados entorno a las ruinas, al teatro, al puerto, los expedicionarios disfrutan de la última sesión de talleres de este año. Tras la despedida de los profesores para/con sus alumnos, los jóvenes aprovechan un merecido tiempo libre en el que bañarse y entrar en contacto, por última vez, con la realidad griega.
La noche llega al otro lado de la isla, y el frío y el viento se hace presente en la playa, al lado del camping en donde dormimos. Las estrellas resplandecen, y cualquiera afirmaría que en apenas dos días finaliza la aventura.