
Por María Bruñó, expedicionaria de la edición 2016:
¡Buenos días! Bajo el sonido de estas dos palabras todos los expedicionarios amanecimos en un precioso campamento en medio del Atlas.
El cansancio comenzaba a calar en nuestros cuerpos, razón por la cual al empezar el día nos dividimos en dos grupos, uno que se quedó descansando y recuperándose en el campamento y otro que, después de desayunar un té caliente y una tostada, partió con el objetivo de coronar un pico de impronunciable nombre.
Todos, aún un poco dormidos, salimos cantando hacia la subida para la cual nos habíamos estado preparando durante toda la ruta. Poco a poco la pendiente se iba pronunciando más y más y se notaba que todos comenzábamos a estar más cansados, por esta razón la gente que no se encontraba con fuerzas para alcanzar la cima se desvió hacia una gruta donde más tarde se reunirían con el resto del grupo.
Como la subida era bastante empinada fuimos haciendo muchas paradas por el camino para reponer fuerzas y, para que la caminata fuera más amena Elia y yo nos propusimos lanzar un grito de ánimo cada cinco minutos.
Tras un rato largo de rodear y subir la montaña llegamos corriendo a la cima. Abdelá (o como se escriba), el guía que nos está acompañando por nuestra aventura en Marruecos, nos contó que estaba muy contento ya que habíamos sido el único grupo con el que había conseguido llegar a la cima. Todo nos alegramos mucho y nos comimos ese merecido bocata de queso, tomate y cebolla mientras mirábamos el bonito paisaje que nos rodeaba.
Comenzamos a bajar y tras dos horas de resbalones y divertidas caídas llegamos a la gruta donde nos reunimos con el resto de inteños. En la gruta descansamos un rato y luego retomamos la marcha en dirección al campamento donde dormiríamos esa noche.
Al llegar allí nos reencontramos con el grupo de gente que se había quedado descansando y todos juntos montamos las tiendas de campaña. Después de cenar y para acabar el día, tuvimos un intenso briefing tras el cual nos fuimos a dormir.