
La bruma se levanta por María Laín
Cuando llegamos a los Reales Alcázares de Sevilla, Andrés Luque nos instaló en un gran patio vacío y comenzó su cátedra. Con su aspecto de escribano egipcio, este profesor universitario de Historia del Arte y especialista en Arte islámico, nos llevó a hacer un viaje en el tiempo a través de sus palabras y, de repente, el patio cuadrado era la estrategia de defensa de las tropas del Rey, las fachadas escritas cobraban un significado que definía el poder y las hendiduras de las paredes se convertían en puertas secretas de la casa real.
Un mundo rodeado de belleza se perfilaba a medida que recorríamos los edificios, al compás de la voz dulce y apasionada de nuestro guía. La grandeza de los Alcázares es evidente, pero eran sus detalles los que conmovían más allá de la mera arquitectura. Tan profundo era el conocimiento del profesor y tan concisa su manera de explicárnoslo, que podía imaginarme ataviada como una joven hispano-romana convertida, habituada a los significados del pavo real y el color marfil, símbolos de belleza interior femenina y erotismo para los árabes.
Cada rincón sugería una historia, o dos. Unas caritas esculpidas en piedra, o el regalo de boda de Carlos I a Isabel de Portugal, dan nombre al Patio de las Muñecas. Los frisos esculpidos con águilas representan la fortaleza de los varones de la familia. Los suelos hundidos y alzados obligan a cruzar las estancias por parejas.Qué delicadeza en los jardines de verano, llenos de oquedades; en sus cúpulas abovedadas, sumergidas en el estanque inmóvil. En las horas de calima, la galería subterránea era agua en el desierto. Las copas de los árboles ascendían, asomando en el suelo del jardín de invierno, situado justo por encima, a ambos lados de la pasarela.
Tras esta experiencia emergemos de nuevo a nuestra época, conscientes de un retazo más de nuestro pasado andalusí, hasta ahora desconocido. Comimos en una plaza cercana, con banda sonora de guitarra española y cascos de caballo y, sin esperar a hacer la digestión, recorrimos la Catedral y su Giralda, cuyas extraordinarias dimensiones parecían haber sido ideadas para titanes en lugar de para hombres.
Por la tarde aprovechamos el tiempo libre en pasear por la ciudad. Hacia las siete nos reunimos en la Plaza de la Alameda de Hércules, un lugar abierto y animado, donde nuestro pintor profesional, Erick Miraval, sacó a bailar su lienzo, realizando una action painting, o pintura en directo, utilizando un acrílico sobre lienzo de 200cm x 1,30cm. A medida que el tiempo y la gente pasaban, su cuadro se aclaraba y oscurecía, se llenaba y vaciaba, siguiendo el ritmo de los espectadores, inmersos en él… ¿o mas bien al contrario?
2 comments
BEGONIA
22 julio 2014 at 15:08
Me preguntaba Alejandro por qué dejaba una respuesta en cada uno de vuestros relatos. Pues es porque con ellos quiero, de alguna manera, formar parte de vuestro grupo. Hay pocas experiencias como la vuestra para gente de nuestra edad (con sólo 15 días de vacaciones en verano).
Aquí, en mi oficina, esperan cada día un relato nuevo como si fuera un capítulo de “Juego de Tronos” y todos juntos (a la hora del café) admiramos vuestras fotos y dibujos. También, alguna manera, creemos oír vuestra música y ver vuestras actuaciones. Pero, sobre todo, lo que más nos gusta es ir familiarizándonos con vuestras caras, porque sois ahora los familiares más cercanos de nuestros hijos.
Un abrazo, ¿ O debería mandar 40 y …?
pilarMORE y mucho mucho más
22 julio 2014 at 20:24
Sí, también es para mí una manera de estar de aventura detrás de mi mesa de la oficina
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