
Por Javier Terrero, encargado blog.
Hoy se abandona el eje de la segunda etapa de esta expedición, la protagonista de los últimos días. La historia de Grecia, de la democracia, del arte, de la filosofía, sería incomprensible sin entender Atenas, centro de influencia del mundo griego. La mirada de los expedicionarios mientras se desayuna, expectante, anuncia el nacimiento de un nuevo día.
La expedición, ávida de respuestas, se dirige hacia Delfos, casa del oráculo griego, allí donde los más sabios reyes preguntaron y hallaron, en ocasiones, luz para su incertidumbre. De todo lo que fue aquel inmenso santuario, quedan ahora apenas un teatro derruido, un par de pilares incompletos, y antiguas piedras, por doquier, apiladas unas sobre otras, sin orden ni concierto.
Una sesión de talleres improvisada se organiza en los alrededores del lugar, y los expedicionarios disfrutan de ser papel activo en la historia que viven, en el camino que transitan.
Una copiosa comida a base de fajitas concluye la estancia en la casa del oráculo, que apenas se inmuta tras el paso de la expedición. Quizás alguno de los jóvenes hayan encontrado alguna respuesta.
Tres horas de bus separan al grupo de su próximo destino, Lepanto, antiguo puerto de importancia, espacio de la batalla en que Cervantes defendió a su patria hasta sufrir el golpe que lo marcaría para siempre. El manco de Lepanto, un motivo de orgullo para el literato, de burla para quién se ocultara tras el falso nombre de Avellaneda y demás escritores de corriente contraria.
Tiempo libre. La expedición se pierde en los muros pintados en graffiti, con mensajes políticos, salvajes, en un país de telediario y pandereta, de incertidumbre. Se ve en los comercios vacíos, en una tensión que subyace, silenciosa. Un puerto de escenario cinematográfico, un castillo con cinco recintos amurallados, Nafpaktos (Lepanto) esconde algún que otro tesoro, aunque apenas tenga lugar en el mapa por la conocida batalla.
Se hace de noche rápidamente. Los expedicionarios charlan en el patio del colegio en el que pernoctarán hoy. Con el avance del frío y del cansancio, muchos de los jóvenes van cayendo dormidos hasta que apenas unas voces huecas, como susurros, reverberan en el asfalto.