
Por Lucía, expedicionaria edición 2016:
El camping de Chaouen ha amanecido con niebla y el cielo gris, y una temperatura ideal. Como alegría, a parte de no tener que desmontar tiendas porque mantenemos campamento un día más aquí, el desayuno ha pasado a un mollete de pan entero que se han convertido en dos tostadas por persona. El autobús hasta el sitio de partida de la caminata, como viene siendo habitual, ha sido un visto y no visto (y más si es después de desayunar). Creo que todos hemos asumido ya el autobús como momento de siesta, da igual la duración del viaje y a qué hora sea.
La ruta empezaba en Akchour, parque natural con un pequeño pueblo (o zona comercial, no sé muy bien), y hemos ido subiendo en altura bordeando unas pozas de agua cristalina. En un principio se suponía que iba a ser una caminata fácil, sin mucha subida, que se ha convertido en una pendiente brusca y continua (para variar, las expectativas que ofrece Terrero nunca son del todo acertadas). Menos mal que ha sido bastante corta y que alguna nube puntual nos ha dado respiros de sol. El objetivo: El Puente de Dios.
Al llegar, un grupo no muy grande de marroquíes bastante jóvenes pasaba el rato por allí y, no sé muy bien cómo, porque ha sido muy rápido, hemos acabado cantando: primero daban unos la iniciativa y repitiendo los demás, turnándonos. Por nuestra parte, desde la dinámica musical que hace Tom (que siempre es efectiva) hasta la Macarena.No sólo ha sido muy divertido, sino que ha sido una muestra directa de que no hace falta compartir un idioma, que es muy fácil comunicarse por gestos y música. Para mí ha sido un momento precioso.
La vuelta ha sido mucho más fácil: estábamos muy motivados y todo lo que habíamos subido antes ahora había que bajarlo. Hemos llegado a una poza medio escondida que contaba con un puestecillo con té, refrescos, agua y comida en el que hemos acabado probando el tajen. No ha sido mucho rato pero absolutamente necesario: Después del calor de la caminata nos ha sentado de lujo, aprovechando para hablar tranquilamente y relajarnos (que a veces se echa de menos con tanto trajín). Rosa nos ha estado dando a unos cuantos unas nociones básicas sobre fotografía. Nos habríamos pasado la tarde entera allí –creo que ha sido de los comentarios más repetidos a lo largo de la mañana-.
El tajine es un guiso típico marroquí. El que nos han servido llevaba, básicamente, patata, zanahoria, judías verdes, pimiento y pollo. Tiene un sabor fuerte, especiado. Creo que se tarda como hora y media en cocinarlo.
Al volver al campamento, arroz para comer y taller de ñoquis. Nos hemos dividido en cuatro grupos de 11 personas cada uno para distribuir tareas, que han terminado convirtiéndose en dos de 22. El primer grupo pelaba y cortaba patatas mientras el otro podía ducharse y lavar ropa. Mientras la se cocía la patata, Irene y Javi, los médicos recién incorporados a la etapa marroquí, nos han dado un taller sobre higiene: la importancia de lavarse las manos y técnica (difícil de llevar a cabo teniendo en cuenta que la mayoría utilizamos toallitas para hacerlo porque no hay otra manera) y diferencias básicas entre España y Marruecos. Al segundo grupo les ha tocado cortar y enharinar, que era bastante más interesante que el paso anterior, pero hemos elegido ducharnos después estratégicamente para no ensuciarnos con los ñoquis y tener que volver a la ducha una segunda vez.
Las siguientes dos horas pueden resumirse con una palabra: HARINA. No sé en qué momento ni a quién le ha parecido una buena idea duchar en harina al de al lado, que hemos acabado todos completamente blancos. Ha habido algún que otro enfado –ligero- por tener que volver a ducharse y volver a lavar la ropa.
Mientras media expedición ha ido a ver atardecer a un alto cerca del camping, otros nos hemos quedado hablando tranquilamente. Javi nos ha contado experiencias sobre su trabajo (médico) que han despertado alguna que otra curiosidad e inquietud.
Antes de cenar he tenido un momento de reflexión con Alejandra en el que ha salido el tema de la felicidad. Es una de las tantas conversaciones que nos surgen día a día a cuento de nada. Quizás la felicidad sí que sea algo que tiende a ser constante a lo largo de tu vida. Un autor (no sé quién) dijo una vez que tenemos una predisposición a la felicidad que se nos va forjando hasta la edad adulta y que, una vez forjada, aunque pueda haber altibajos, suele estabilizarse (que no siempre). Que tiene más que ver con nuestra manera de afrontar las cosas y cómo vemos el mundo.
Por la noche había la opción de ir a ver Chaouen de noche (de forma voluntaria), pero unos cuantos, mirando el lado práctico, hemos aprovechado para quedarnos tranquilamente hablando y lavando ropa –que no sabemos cuándo podremos volver a poder hacerlo-.