
Por Elena Prieto, expedicionaria 2016:
Nos despertamos en Tetuán, antigua capital del protectorado español en Marruecos. Nada más despertar, Guille, nuestro monitor (grupo 1) me da con la esterilla en la cabeza. No hay nada mejor para despertarse.
Llegamos a Chaouen, nuestra siguiente ciudad. Subimos por sus calles hasta llegar a una plaza con escasa sombra. Allí nos sentamos para escuchar y aprender sobre el Islam, sus distintas ramas y la manera de la sociedad islámica para organizarse según los preceptos religiosos. Además aprendemos y debatimos sobre las identidades y un concepto que oigo hoy por primera vez, el orientalismo.
Hoy ha tocado montar las tiendas. Cada día vamos mejorando en la técnica para montarlas.
Chaouen, la ciudad azul, está llena de escaleras y pequeños rincones frescos, llenos de plantas. La Medina está llena de fuentes con el agua muy fresca y los puestos con dulces están llenos de avispas. Las avispas indican que la comida está en buen estado.
En un intento de tomar un té, acabamos hablando en una casa de un señor amazigh que nos intenta vender alfombras al principio por 200 dh y al final por 15 dh. El problema es el escaso espacio de nuestras mochilas así que salimos de allí sin alfombras y sin té.
Asistimos a la inauguración de una expo. Tras esperar largo rato a que llegue el gobernador, escuchamos una charla en árabe de la cual solo entendemos la palabra ‘sukram’ gracias a los talleres de Yous. Acabamos comiendo pastas muy dulces, bebiendo té y bailando con mucha gente bailes y canciones desconocidos para nosotros pero que nos hacen mucha gracia y nos gustan un montón.
Hemos visto el sol ponerse y cada día estoy más contenta de estar aquí por todo lo que estoy aprendiendo de cada persona que se cruza en mi camino. Para cada nueva idea que descubro y por todas esas preguntas, no todas con respuesta.