
Por Julia Gónzalez, expedicionaria.
Los cálidos rayos del sol se levantan en L’Hospitalet de Llobregat. Hoy pinta un día tranquilo, aunque dentro de nosotros, se revuelve un sentimiento de inquietud,inquietud porque de comienzo la segunda etapa de la ruta, esta vez, en Grecia.
Ganas de cambiar de aires, de sentir el Mediterráneo, y conocer una cultura inmensamente rica y su especial simpatía. De contemplar los rostros de sus gentes, quienes no están pasando por su mejor momento, aprender de ellos y contagiarnos de su cercanía. En definitiva, ganas de admirar el mundo heleno que, sin duda, nos va a sorprender.
Mañana de recogida, poner todo a punto y lavandería. Y una última oportunidad, para perderse entre las recónditas calles del barrio gótico de Barcelona, y que sean redescubiertas ante nuestros ojos. Nos vamos con buen sabor de boca al despedir esta mágica ciudad. Una vez en el aeropuerto, hemos invertido el tiempo muerto en nuestros maravillosos talleres. Y en el de dibujo y pintura no han sobrado momentos de risas al retratarnos.
Llegados a este punto de la expedición, es momento de hacer algo de balance. A penas dos semanas y ya son muy fuertes los lazos que unen esta pequeña familia. Sin duda, de esta etapa nos llevamos a cada una de las personas que han formado parte de ella, y aquí nos abandonan. También talleres que nos han hecho cuestionar nuestros principios como individuos y sociedad, y plantearnos cuestiones que no aparecen en nuestras conversaciones cotidianas. Caminatas que han retado nuestros límites y nos han hecho estar un poco más en contacto con la naturaleza. Visitas culturales que nos han ayudado a comprender un poco mejor nuestra historia y pasado. Y como no, carcajadas, confesiones y momentos de compartir conocimientos y cariño entre todos. Decimos adiós a España un poco más maduros y abiertos a dejarnos sorprender por la cultura griega. ¡Que comience la auténtica aventura!