
La despedida. Por Javier Terrero.
Bajo el sol del mediodía las columnas de agua parecen tan solo azul y marrón precipitándose al vacío. La expedición es una nube amarilla arropada por el murmullo y los gritos del gentío. Barcos de toneles y estructuras de hierro, precarios, recorren el agua arcillosa esquivando a los bañistas. Algunos turistas fotografían la caída desde lo alto. La Ruta comienza a ser adiós inolvidable en un paraje excepcional: Las cascadas de Ouzoud, un río vertical de 110 metros de altura.
Los expedicionarios descansan a la sombra de unos árboles cercanos sobre extensas alfombras. Su vista reposa en las personas que, como protagonistas de un lienzo en movimiento, se desplazan de aquí para allá en un caos articulado. Nadadores cansados alcanzando la cascada, mujeres secando sus ropas al sol o fotógrafos buscando el instante en el brusco fluir del agua, penetran ávidamente en las pupilas de los jóvenes estudiantes.
Algunos expedicionarios se bañan en el pequeño río verdoso. Desde detrás de la cascada, un telón acuoso impide ver el paisaje. El frío cala en los huesos. Algunos rayos de sol atraviesan la gigante cascada.
Antes de abandonar el lugar, quizás sabiendo que no volveremos a verlo en mucho tiempo, parte de la expedición vuelve el rostro hasta las cascadas más hermosas de Marruecos. -Hasta pronto- puede leerse en sus rostros.
Por la tarde se regresa a Marrakech. Tras un breve tiempo libre, los expedicionarios se dirigen a un restaurante céntrico. En su terraza, al abrigo de la plaza Jamaa el Fna, con los minaretes de las mezquitas circundantes resplandeciendo en la noche, la Ruta Inti disfruta de su última cena. Cous – cous, tajin de carne… Cada exquisito plato vaticina el final de una aventura que ha calado profundamente en todos nosotros. La organización nos dedica unas palabras.
Qué sensación más inquietante esta de saber que todo se acaba o, mejor dicho, que todo ha vuelto a comenzar de una manera distinta, en un entorno nuevo, en nuestras casas y universidades. El verdadero itinerario de la Ruta no es más que el día a día. De nosotros depende mantener el espíritu, conservar la ilusión, la alegría por vivir, la determinación para luchar por aquello que anhelamos. Ahora sí, estamos solos bajo el peso del mundo. Vamos a salir de esta burbuja, de este entrenamiento meticulosamente organizado, para emprender nuestra propia aventura.
Los grupos se separan. Abrazos y sonrisas de sincera amistad son los últimos gestos que se dedican bajo el cielo marroquí. Cada cual, como en la vida misma, elige su camino de regreso a casa. La expedición se deshace lentamente en las calles de Marrakech.
Hemos sido artífices, todos juntos, de la gran aventura de este año. Hemos perseguido el legado andalusí y, al mismo tiempo, hemos configurado un pequeño capítulo en nuestra propia historia. En el futuro, cuando despleguemos nuestro enorme libro de recuerdos, este cronista solo espera que, todos y cada uno de nosotros, visualicemos con cariño y emoción estos días compartidos y, con voz de añoranza, quizás tomada por el paso de los años, comentemos: “Tenían razón, ese viaje me cambió la vida”
2 comments
Luis Hernández
18 agosto 2014 at 10:59
Gracias Javier, por tus crónicas que nos han mantenido la ilusión de ver algo nuevo cada día, que nos han informado de los avances de la Ruta y nos han abierto las ganas de volver a sitios donde estuvimos hace muchos años y de conocer otros de los que no sabíamos cómo son, pero que hay que conocer antes de que desaparezcan. Seguro que nos veremos en algún bloc o papel impreso no tardando mucho.
Un abrazo. Nosotros tampoco lo olvidaremos.
Que la Ruta sea propicia, ruteros. Esto acaba de empezar.
diegocastre
18 agosto 2014 at 15:14
Javier, reitero las gracias que te ha dado Luis Hernández.
Debe haber sido una inolvidable experiencia, y de hecho me estoy planteando el participar en una próxima edición.
Leer estas lineas ha conseguido ponerme los pelos de punta, empatizar con vuestra nostalgia y vuestras esperanzas. Os había ido siguiendo (leyendo) de vez en cuando, pero hoy me has trasladado con vosotros a vuestra misma despedida. Aunque probablemente solo se trate de un hasta luego, no deja de ser dificil, claro.
Lo importante es llevar algo de Ruta (ya sea Quetzal, Inti o BBVA, je je je) en la vida diaria, que tu entorno se de cuenta de que tuviste la suerte de poder viajar a otras culturas, y simultáneamente, a lo más profundo de tu persona. Tener ese brillo en la mirada, ese entusiasmo en la voz, ese interés en la escucha, esa disposición al actuar, esa fortaleza ante los escollos,…En fin, todo aquello que demuestra al mundo que eres un Rutero, y practicante.
Un abrazo, y enhorabuena por tu trabajo.
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