
Perdidos en la ciudad de la cultura. Por Javier Terrero.
Mequinez quedó atrás esta mañana. Lo peor de la Ruta es este ir y venir, este picar de aquí y allá, este no acabar de estar ningún sitio. Apenas hay tiempo para profundizar en los lugares que nos acogen.
La aventura sobrepasa su ecuador y Marruecos no es ya terreno desconocido para nadie. La expedición se ha fundido con esta nueva cultura, ha empezado a absorber parte de sus principios y peculiaridades.
El día comienza con la llegada a Fez. Nos alojamos en un sitio sorprendente. A los ojos inexpertos de este cronista, se asemeja a una antigua casa islámica, probablemente reconvertida posteriormente en hotel. Para acceder al mismo, los expedicionarios necesitan atravesar agachados un largo pasillo. Muchas calles marroquíes comparten similares características, comienzan siendo estrechas para después ampliarse dando paso a los soportales.Tras acomodarse en las habitaciones, la terraza y el patio, los expedicionarios emplean el resto de la mañana en perfeccionar sus habilidades en diferentes talleres.
La comida se distribuye entre los expedicionarios por las diferentes plantas del hotel. Hoy volvemos a degustar sabroso cous-cous. Mientras reponemos fuerzas, el directos de expedición da una breve charla histórica a un grupo de expedicionarios.
Por la tarde comienza la visita cultural por Fez. Es tan grande que necesitaremos de los tres días para recorrerla entera. En esta etapa, la expedición se translada a la ciudad nueva, construida a partir del S.XIV, en la que destacan el viejo barrio de las juderías, actualmente únicamente habitado por musulmanes, y el palacio real, cuya fachada se remodeló en la década de los sesenta por el rey Hassan II, padre del actual monarca. Las siete puertas doradas lo convierten en uno de los más bellos palacios de Marruecos. La visita finaliza con la llegada al mirador, desde el que se observa toda la también conocida como capital de la artesanía en todo su esplendor.
Tiempo libre. Los expedicionarios persiguen las mejores ofertas en el zoco más grande de Marruecos. Los secretos que esconde la ciudad son revelados uno a uno, paso a paso, con la energía inagotable del viajero.
La noche hace su presencia. La cena en el hotel, compuesta de lentejas y harira, típica sopa marroquí, nos sumergen en un sueño profundo. El silencio reina en la calle. Hora de dejar de escribir. Hasta mañana.
One comment
Ana Rosa
2 agosto 2014 at 08:48
Fez es una maravilla y con tu relato he vuelto a visitar los recuerdos de una ciudad que me cautivó, y de eso hace ya 27 años. Muchas gracias, Javier.
Comments are closed.