Sheila Ramírez, Arequipa.
Sheila tiene 25 años, es de Arequipa (Perú) y es expedicionario del Grupo 1 de Ruta INTI. Estudió Psicología en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA).

Hoy, cuatro de agosto, te despertaste para arrancar el tercer día de caminata. En la noche, el calor no te dejó descansar bien, o al menos eso sientes; soñaste otra vez, lo cual es extraño durante la ruta.
Vas en el segundo grupo, y como hoy planearon ganarle al sol, tienes una buena predisposición para afrontar los 24 kilómetros planeados hacia Uxmal. De pronto, escuchas a alguien cantando una canción y es casi automático que empiezas a cantarla. Cosas así pasan en ruta; todo se contagia: las canciones, las ganas de seguir, el cansancio, el compañerismo.
Son casi las 5 AM cuando empieza a salir tu grupo; por poco lo pierdes, pero corriendo un poco los alcanzaste. Aún hace fresco, se escuchan muchos pajaritos y los colores celeste y rosado combinándose en el cielo durante el amanecer. Estos caminos del Puuc, abriendo la selva para nosotros, superan cualquier imagen que te pudiste imaginar antes.
Llegaron con muy buen ritmo al desayuno, y se podía sentir lo bien que se sentía la mayoría y la intención de contagiarlo a quienes les estaba costando más.
Primeros kilómetros superados, todos desayunados, volvieron al camino. Ahora sí, espera un par de horas caminando. Mantienen la fila india mientras piensas en cuánto disfrutas que la ruta esté llena de primeras veces. Para muchos era la primera vez haciendo una caminata tan larga; para otros estaba siendo la más retadora de su vida; para ti, estaba siendo un buen día, siempre y cuando no los alcanzara el sol. Mientras los metros se van acumulando, cada quien va cambiando de acompañante y conociéndose más. Tú disfrutas de tener momentos de silencio viendo los árboles alrededor, mezclando sus diferentes tonos de verde. Adelante van marcando cuántos kilómetros faltan, y el grupo está manteniendo las ganas de seguir; esto es muy importante. Si estuviesen solos, muchas personas lo hubieran dejado, pero el grupo te mueve y te mantiene.
En las paradas que tienen, se acompañan, compartiendo el cansancio, el calor, las ansias de llegar; hasta que se anuncia que quedan tan solo tres kilómetros. Ya falta “tan poco”; se sienten tan cerca y, al mismo tiempo, la mochila empieza a pesar más, el sol comienza a darles en la cara, y la sensación de derretirse incrementa. Las conversaciones disminuyen, y el silencio se convierte en una herramienta colectiva para poder seguir sin dejar de alentarnos mutuamente cada cierto tiempo.
Al fin están a 500 metros. Esos minutos caminando se hacen eternos. Están muy cerca de lograr hacer 24 kilómetros en menos de cinco horas, y tu grupo es el que llegará primero. Los carteles anunciando hoteles, piscinas y el Museo del Chocolate hacen que aprecien más las pequeñas cosas; están a 300 metros, y la emoción y el cansancio pesan por partes iguales.
Es oficial. Son el primer grupo en llegar. Nos demoramos un poco en encontrar un sitio para descansar, hasta que vimos un lugar bajo árboles. La gente empezó a caer sobre el césped; fue ahí donde esperaron al resto, reabriendo a todos los grupos con aplausos. Habían alcanzado esto juntos, juntas, y eso es lo que lo estaba haciendo tan especial.
Luego de un par de horas, entraron a la ciudad de la que tanto han escuchado: “Uxmal”, y no fue para menos. Es espectacular; el color blanco con rosa predominante no deja de cautivarte. Sentir que se respeta más el espacio también influye en la experiencia. El esmero que le pusieron para que los detalles cuadraran perfectamente es una característica de estas ciudades. Ahora, para ti, Uxmal es tu favorita. Puede deberse a muchas razones, pero prefieres creer que es por la energía que sentiste al ver cada rincón; no por nada son las fachadas más bonitas de la América Prehispánica.
Les dejan tiempo libre, y recorres las partes que más te gustaron para apreciar mejor aún los detalles. El estar ahí con esas personas que hace unos días no conocías de nada, pero que ahora quieres, también significa mucho para ti. Afuera los esperan tres buses para llevarlos a la siguiente parada; están cansados. Sin embargo, siguen cantando, conversando y riendo. El ambiente que se respira aquí es único, y no paras de confirmarlo.
En algún punto, todos se quedan dormidos. Los despiertan las luces del bello pueblo donde pasarán las siguientes noches y donde, después de algunos días, por fin tendrán una ducha y la valorarán como nunca lo pensaron. Pero primero, la cena. Mucho repelente en el cuerpo, y estás lista para que otro día infinito llegue a su fin.