Lua Jiménez Martínez, Andalucía.
Lua tiene 20 años, es oriunda de Ronda y es expedicionaria del Grupo 2 de Ruta INTI. Cursa el tercer año de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid.

Despertarme temprano frente al mar es uno de los grandes placeres de la vida. Hoy, despertar en Dzilam de Bravo ha sido una maravilla. El mar parecía una balsa y la fina línea que separaba el cielo del mar apenas era apreciable. Me levanto antes de la alborada para poder escribir.
La vida en este pueblecito de pescadores es tranquila, con apenas turistas. Darwin, un guía local que nos acompaña, habla sobre la vida dura, o “gruesa”, como él dice, que lleva esta gente. Cualquiera de ellos podría ser el protagonista de “El viejo y el mar” de Hemingway.
Por desgracia, no ha sido una noche muy buena. No sabemos muy bien qué pasa, pero media expedición está con vómitos. La banda sonora nocturna ha consistido en un popurrí de arcadas y lamentos. Incluso existe la broma del pabellón de la muerte y la vida.
El día transcurre tranquilo entre kayaks y talleres. Sentarme a la sombra con la brisa del mar me permite detenerme y reflexionar sobre este mes, y mi mente se va a una chica que he conocido aquí, que viaja sola durante 1 año por América Latina. Una de las cosas que más me conmovió fue escucharla hablar de su renovada esperanza en la gente. En gente que teniendo poco, comparte lo que puede. Gente amable y humilde con la que he tenido la enorme suerte de coincidir.
¿Por qué vamos siempre con el piloto automático? Algo que me llevo en la mochila es no temerle a pararme y preguntarme por qué voy hacia donde voy. No pasa nada por marcharte y rodar durante un tiempo. Esta chica hablaba con seguridad, como si hubiera perdido el temor hacia cosas banales que en nuestro día a día nos parecen indispensables.
Sé que no todo es así; de hecho, ella hizo hincapié en los numerosos dilemas que tuvo que afrontar. Pero el solo hecho de pararse a reflexionar sobre ello ya te hace ver todo con más perspectiva, con menos miedos, con más ilusión.
Para terminar el día, tuve la enorme suerte de ir con un grupo pequeño junto a Darwin a hacer un monitoreo de tortugas. Yo, que quiero ser bióloga marina, no podía dejar de sonreír.
Qué rápido ha pasado este mes. Y qué orgullosa y agradecida estoy por la familia que he formado. Los quiero chicos. Qué rara va a ser la vuelta.