Alejandro Sánchez Torijano, Castillo-La Mancha.
Tori tiene 21 años, es oriundo de Talavera de la Reina y es expedicionario del Grupo 5 de Ruta INTI. Estudia un doble grado en Ingeniería Mecánica e Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo de Producto.

A las 4:30 de la mañana, Pancho nos despertó con gritos de ánimo para iniciar nuestra última ruta de la expedición. Es difícil asimilar que estemos tan cerca del final; hasta ahora, ha sido una experiencia sumamente enriquecedora y diferente.
Despertamos y al abrir la tienda nos encontramos con el mar frente a nosotros y el cielo aún oscuro. Mientras desmontábamos el campamento, el sol empezaba a asomarse.
Terminamos de organizarnos alrededor de las 6:00 y comenzamos la ruta. Vimos el amanecer en el manglar mientras comenzábamos a andar, la mejor manera de comenzar el día.
Caminamos sobre las algas que la marea había arrastrado hasta la orilla, hasta llegar a un resort vacacional en construcción. Esto sucedió aproximadamente una hora después de haber comenzado, habiendo recorrido alrededor de 4 km. Llegamos todos hambrientos y los cereales y manzanas duraron apenas un instante.
Luego de un breve descanso, continuamos la caminata y nos encontramos con un obstáculo: la marea alta no nos permitía seguir por la orilla. Quitándonos las perneras y calzándonos sandalias, esperamos que nuestras mochilas y objetos en los bolsillos se mojaran lo menos posible. Para mí, esta experiencia ha sido increíble. La ruta está verdaderamente viva, y estas vivencias lo confirman. Nos refrescamos y observamos diversos tipos de peces, cangrejos, gaviotas, fragatas, garzas, pelícanos y flamencos.
Llegamos temprano y llenos de ánimo al Fortín de Juan en Dzilam Bravo. Como estaba en el primer grupo, participé en la primera actividad sin tener claro qué nos esperaba. Abordamos unas lanchas motoras. Nuestro conductor, Darwin, nos habló de la dieta local y la historia de la zona. Nos llevó al Ojo del Agua, la desembocadura de un cenote en medio del mar. Fue impresionante ver un agujero en el fondo del océano expulsar agua dulce y fría a contracorriente. La zona estaba repleta de algas, corales, peces, estrellas de mar… era simplemente hermoso.
Posteriormente, nos adentramos en el manglar para bañarnos en el cenote Elepeten, el cual estaba lleno de peces y es visitado, según se dice, por jaguares para beber. Después de caminar 9 km, estas experiencias fueron un auténtico sueño.
En nuestro regreso al pueblo, observamos a algunos compañeros practicando kayak. Al hablar con otros, nos contaron cómo Juan Pedro los había guiado en un taller de supervivencia, mientras que otros simplemente descansaron.
Tras terminar las actividades, comimos y mi grupo tuvo tiempo libre. Varias personas que no pudieron hacer la actividad de la mañana la llevaron a cabo mientras yo descansaba en el campamento.
A eso de las 16:00, algunos grupos tuvieron sesiones de mentorización con sus monitores. A mi grupo nos tocó visitar la lonja, donde Darwin nos explicó cómo se pesca en la zona. Todo esto ocurrió bajo una lluvia que aumentaba su intensidad progresivamente, hasta el punto en que tuvimos que regresar antes de lo previsto al campamento, el cual se estaba inundando. De hecho, tuvimos que idear un sistema de canales con capas de agua y bolsas de basura para mantener el lugar lo más seco posible.
Una compañera entonó una canción que se me quedó en la cabeza: “Yucatán, Yucatán, tierra de los mayas y la lluvia tropical”. Subrayó la parte de la lluvia. Aunque fue intensa, entre todos sobrevivimos.
Tuvimos tiempo libre hasta las 19:30, cuando comenzaron los últimos talleres. La mayoría de nosotros no pudo aprovechar el tiempo libre debido a la lluvia torrencial. Sin embargo, los talleres resultaron productivos; entre ellos, el paro cardíaco más allá de la RCP y la experiencia de Cristian, quien proviene de una comunidad indígena del Amazonas y compartió su vivencia en la ruta. Tuvimos dos sesiones y siento que aprendí mucho. No solo eso, sino que me quedó una inquietud por conocer más y una curiosidad por distintos temas, pasatiempos y el mundo que me rodea, algo que ni siquiera imaginaba antes de comenzar la expedición. No hablo solamente de los talleres de hoy, sino de todos los que hemos tenido.
Después de cenar, nos dividimos para dormir en dos lugares diferentes de la ciudad debido a los efectos de la lluvia.
Me di un momento para reflexionar sobre lo que la ruta me ha brindado. En primer lugar, he desarrollado habilidades de socialización que desconocía poseer. Ha alterado mi perspectiva del mundo y de la vida. De los ruteros, destaco su constante pasión por los temas y aficiones que les brindan felicidad, lo cual me ha despertado el deseo de involucrarme en actividades que antes pasaba por alto. Las personas yucatecas, por su parte, me han enseñado a dar más que a recibir, a ser agradecido y a mostrar hospitalidad tal como ellos lo han hecho con nosotros, abriendo de manera literal las puertas de sus hogares y cuidándonos como si fuéramos familia.
Volviendo a lo que mencioné al principio de esta crónica, es complicado pensar que esto está llegando a su fin. No obstante, al reflexionar en todo lo que nos hemos aportado mutuamente y en las personas que me llevo en mi corazón, siento más felicidad que tristeza.