Cecilia Monreal, Navarra.
Cecilia tiene 20 años, es de Pamplona, y es expedicionaria del Grupo 2 de Ruta INTI. Cursa el tercer grado de Derecho en la Universidad Pública de Navarra.

“La ruta está viva”. Fueron cuatro palabras que no llegamos a entender aquella primera vez que las escuchamos en Cancún, pero que ahora logran explicar todo.
Todas las mañanas nos levantamos sin saber qué nos espera en las próximas 24 horas. Los niveles de experiencias intensas y nuevas amistades que se viven y forjan en un día no se pueden resumir en una sola crónica.
Este domingo 13, las 4 palabras resumieron perfectamente todo el día. Hoy hemos conocido a Don Ariel y Doña Conchi.
Después de desayunar, estábamos sentadas varias ruteras frente al campamento intentando plasmar en nuestro diario la frenética experiencia que está suponiendo esta expedición, cuando se acercó un risueño y curioso señor preguntando quiénes éramos y qué estábamos haciendo aquí.
Como pasa y pasará, todas las personas, sin importar de dónde vengamos, somos mucho más parecidas y tenemos más en común de lo que a primera vista puede parecer.
Tras media hora de conversación, ya sabíamos que Don Ariel tenía una nieta estudiando en Barcelona y otro que justo se iba a ir a Malta, que conocía mi querida Pamplona y que aquí en Cansahcab era él quien organizaba “Pamplonadas”, lo que viene a ser nuestro encierro, en su rancho.
En menos de 10 minutos ya habíamos conocido a sus dos hijas y su nieto, fue ahí cuando nos propuso ir a visitar su rancho.
Algo que he aprendido aquí es que las casas de los yucatecos están igual de abiertas que su corazón. Conocer la cultura de este país con su gente y no en la distancia a través de un cristal es uno de los valores de Ruta Inti que estamos explorando en profundidad en Cansahcab.
Así que, lógicamente, en menos de media hora estábamos montadas en la parte trasera de su coche camino a conocer su rancho familiar.
El cariño con el que explicaba cada rincón, cada historia y anécdota de su lugar favorito hizo que se convirtiera también en el nuestro. Se necesitaba tener cada 5 minutos una libreta y boli en mano para apuntar un refrán, un poema o incluso una canción, intentando capturar una mínima parte de la sabiduría y experiencia que este señor de 76 años nos regalaba con su sonrisa y brazos abiertos.
Su hospitalidad y generosidad es algo que, tras casi un mes de ruta, me asombra como el primer día. Sin dejar de pensar ni un segundo en la suerte y oportunidad que estábamos teniendo, recogimos a más amigos por el camino y nos dirigimos al pueblo natal de Doña Conchi, Motul, donde conocimos a sus sobrinos y hermanos en un cenote.
Esa media hora de trayecto a Motul ha hecho que cobrara sentido todas las caminatas, el calor y el cansancio. Tuve la sensación de que era exactamente ahí, en esa camioneta, donde tenía que estar, rodeada de mis amigos que se han convertido en familia, refugio y hogar.
No tengo más que palabras de agradecimiento y admiración hacia el pueblo yucateco. Nos están dejando conocerlos de una manera tan profunda y sincera que sigue escapándose de mi comprensión.
“La ruta está viva” resume en 4 palabras cómo todo puede pasar, cómo una de las mayores aventuras de la ruta puede venir de un sencillo “buenos días” a la vuelta de la esquina.