Víctor Torres Martínez, Madrid.
Víctor tiene 30 años y es profesor de geografía e historia. Además forma parte de MAD EXPERIENCIAS, asociación de historiadores del arte free tour.
Monitor del grupo 8 y encargado de la parte de historia del aula de Antropología e Historia.

Llevamos algo más de 20 días, y parece que empezamos ayer en esta dulce locura que es la Ruta INTI.
En este día visitamos un lugar muy especial para mí: Izamal. Hace 13 años vine aquí como expedicionario de la Ruta Quetzal, y ahora tengo el honor y el privilegio de venir como monitor y encargado de la parte de historia del aula de Antropología e Historia.
Tras el ejercicio, el posterior desayuno y el desmontaje del campamento (que los inteños hacen cada vez más rápido), nos dirigimos a este pueblo mágico.
Nada más llegar, ya se notaba algo especial en el ambiente… y ese algo especial empezó a tomar forma tras tener las aulas, que tuvieron lugar en el patio del convento de San Antonio de Padua.
Aunque han pasado 13 años, recuerdo dónde me senté, y ha sido muy bonito poder volver otra vez de la mano de Ruta INTI.
Muchas veces me sorprendo a mí mismo hablando y contando a los inteños mis aventuras aquí y en otras ediciones de la INTI en las que he participado. Y tras sentirme un poco como el “abuelo cebolleta”, siento que vuelvo a ser un chavalín de 17 años que tenía el mundo por delante, con una mochila vacía y lista para ser llenada de vivencias y experiencias.
Tras unos minutos nostálgicos sentado en el césped del cemento, vivimos una visita teatralizada por Izamal. Pero lo mejor fue lo que pasó casi al final del día. Hubo un concierto de los inteños y unos bailes folclóricos yucatecos, y después de eso, un tiempo libre.
Cualquiera que no tuviese la mirada de rutero vería una imagen común y corriente: inteños comprando helados, galletas y refrescos… pero yo no vi eso. Yo vi grupos de chicos que llegaron aquí siendo completos desconocidos, y tras unos días, ahora son amigos íntimos. Y no me cabe la menor duda de que en unos días —cuando este viaje termine— serán como hermanos.
¿Cómo lo sé? Primero, porque contando esta, ya llevo cinco rutas, y en todas se ha dado este fascinante fenómeno. Y puedo asegurar que aquí, en este grupo, se va a dar. Segundo, porque lo vi en el centro de la plaza: bailando, cantando, riendo y pasándoselo como nunca. Ajenos a una triste realidad. Queda una sola semana de ruta.
Pero que no os entristezca este final. Hay vida después de la ruta.
¿Y qué vida? Tocará de vez en cuando desempolvar la mochila y las botas, e ir a visitar solo o en compañía de otros inteños a ese hermano, con el que cantaste y bailaste hasta la despedida en Izamal.