
Lo imposible. Por Javier Terrero.
La luna es un faro blanco en lo alto del cielo. El viento golpea las tiendas que, suspendidas en las rocas, zozobran como barcos a punto de hundirse.
Los frontales están encendidos. A gran velocidad, los expedicionarios proceden al desmontaje del campamento. Clarea, una luz tenue ilumina el camino que conduce a la cima. Mil metros de desnivel separan a la expedición de la cumbre. Se palpa en el ambiente una tensión creciente. La ilusión y el miedo se entremezclan en cada uno de los expedicionarios.
El sendero es bastante escarpado. Empiezan a surgir las primeras dificultades. El mal de altura afecta a buena parte de la expedición. Un mareo generalizado, como si fuera contagioso, termina por alcanzarnos.
El valor de las personas nace cuando rebasan el límite de sus fuerzas. Es emotivo comprobar como los ruteros en mejor forma física ayudan a sus compañeros más cansados. Se reparte hoja de coca para los que se encuentran en peores condiciones. No se va a dejar a nadie en el camino, justo ahora que estamos tan cerca del final.
La temperatura desciende bruscamente en la barrera de los 4000 metros. El viento arrecia y se filtra por las paredes rocosas que nos rodean. Las botas resbalan con la grava y rocas sueltas se precipitan cuesta abajo. El avance se ralentiza. La hilera de expedicionarios tuerce en un último pico menor, tan solo un largo pasillo rocoso nos separa de la cima. A ambos lado del mismo se descubre la nada. Un infinito salto nos separa del suelo. Decenas de montañas de menor tamaño nos abrazan.
Una famosa frase que una vez escuché reza: “no sabían que era imposible y lo lograron”. Un último esfuerzo permite a la Ruta Inti coronar el Toubkal. Pocas sensaciones se comparan al haber superado, con la única ayuda de tus piernas, la altitud de una gigantesca montaña.
El descenso es más rápido. En apenas unas horas se rebasa el refugio y se alcanza el pueblo – santuario cercano a nuestro punto de partida. Otro pequeño trecho de camino nos separa del Aremd. Allí la expedición es acogida, con los brazos abiertos, por los expedicionarios que, por encontrarse enfermos, no emprendieron la marcha dos días atrás. Quedarse aquí les ha permitido, por el contrario, conocer más en profundidad el entorno rural marroquí, gracias a diversas actividades.
El resto del día carece de más trascendencia. Los ruteros se asean y descansan tras la larga caminata. Antes de dormir, muchos expedicionarios se siguen sorprendiendo de lo logrado.
En retrospectiva, estos dos días han sido realmente intensos y vaticinan el final, demasiado cercano, de la aventura que nos ha unido durante todo este mes.
Mejor será no anticipar finales a historias no concluidas. Mejor será.
One comment
Ana Berbel
12 agosto 2014 at 21:35
La tan esperada crónica llega. Mil gracias. Ojála pudiera abrazaros a todos, valientes ruteros. Lo habeis conseguido. La unión ha sido vuestra principal fuerza.
Un fuerte abrazo.
Comments are closed.