
Los rezos y la alegría de la gente nos despertaron. Ya se acababa el Ramadán y podíamos palpar el ambiente festivo.
Sin embargo nosotros abandonamos la civilización para comenzar una caminata de 8 horas y 22 km de sudor y emociones varias.
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar” aunque Machado no visitara estos angostos lugares, creo que sus palabras se pueden aplicar tanto en su sentido figurado como en su propia literalidad y es que en contraste con la facilidad del principio, a medida que avanzábamos, la dificultad aumentaba y el sendero desaparecía.
Pudimos pasar por 3 aldeas antes de llegar al parque de Akchour, el estilo de vida de aquellas personas era completamente diferente al nuestro, lo que nos hizo reflexionar sobre las necesidades y oportunidades que tenemos.
No quedaba nada para llegar al río, donde pudimos comer y disfrutar de unos baños. Pero para ello teníamos que atravesar el último y más difícil tramo de todos.
Soy bastante patosa así que debo dar gracias a mis compañeras por su ayuda. Ayuda que en general me cuesta aceptar porque no quiero causar molestias.
Sin embargo, es increíble darse cuenta de cómo nos necesitamos unos a otros, cómo el grupo cobra sentido, como el compañerismo y la solidaridad se convierten en la base de las relaciones personales.
Por la noche compartimos tiempo con nuestros amigos de la asociación Tayf de L’image, con los que jugamos y cantamos.
Que bello es apreciar que pese a las diferencias culturales, no somos tan dispares.
El tesón, el compañerismo y el brillo de los ojos marroquíes se quedarán grabados en mi memoria para siempre.
One comment
Mercedes
1 agosto 2014 at 06:19
Desde luego que os estais ganando el título de Caminantes. Vuestro camino está lleno de pruebas difíciles.
Gracias por escribir y describir, a los que quedamos atrás nos ayuda y tranquiliza.
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