
Se pospone la hora de diana, pero aun así nos cuesta levantarnos. El día ha amanecido lluvioso y hoy está en el itinerario, la segunda caminata de la expedición en el parque nacional de Snowdonia. Se trata de un recorrido circular alrededor de un lago de alta montaña. Es una ruta un poco más larga que la primera y además tiene la complicación de unas condiciones climáticas adversas. La expedición se divide en tres grupos en función del ritmo que puede llevar cada expedicionario, y esto es importante para evitar que nadie se quede rezagado. Todos vamos a una.
El paisaje desde el comienzo es imponente. Un fondo de valle muy escarpado con un lago en su fondo aparece ante nuestra vista, y conforme subimos nos acercamos a las cascadas que caen desde lo alto de los riscos. Vamos parando cada poco rato, pero finalmente llegamos a nuestro destino. Las vistas contienen nuestro aliento, y Manu con muy buen juicio nos propone un minuto de silencio contemplativo tras las fotos de rigor. Parece que la lluvia cae sobre el cielo por efecto del viento, y las cascadas en lo alto se difuminan en el aire antes de tocar el suelo. Un desfiladero aún más arriba nos invita a cruzar por él y descubrir qué hay mas allá, pero no es nuestro camino. Desde esa posición comenzamos la bajada. Húmeda, resbaladiza y peligrosa. Por suerte no hay que lamentar ninguna lesión y sólo Gonzalo el fotógrafo, sufre una caída aparatosa pero sin consecuencias. Abajo en el lago comemos los bocatas e Iñigo y Alba tienen el valor de bañarse con semejante clima de temporal. En el último tramo la lluvia arrecia y de vuelta en los autobuses estamos todos empapados.
El viaje hasta nuestro próximo campamento es largo, de seis horas, que aprovechamos para descalzarnos y tratar de secar algunas prendas. En la parada técnica para descansar las piernas, al abrir la bodega del autobús El Cano, las mochilas caen de las bodegas sobre los charcos. Con rapidez nos organizamos para recolocarlas y evitar que se mojen. No para de llover, y tememos montar el campamento de noche porque se pueden empapar todas las tiendas y las mochilas. Pero los dioses nos sonríen, y al llegar al pueblo de Dollar la lluvia cesa. Los ánimos de los expedicionarios se han visto algo afectados porque ha sido un día duro. Pero a son de canciones nos aproximamos a la casa del Jeff, el australiano, que de buena fe nos ha dejado sus terrenos para montar las tiendas.
Cenamos unos fideos con soja preparados con mucho cariño por intendencia. Desde lo alto de la colina donde estamos se ven las luces de la ciudad de Stirling.
Santiago, Equipo Académico.