Ya que los cucamas han sido tan amables de acogernos, qué menos que hacer algo para devolverles el favor. Por eso en esta mañana nos hemos repartido por grupos para ayudarles en distintos aspecto.
En un primer momento todos hemos ayudado a replantar, ya que hay una gran conciencia ecológica y de la importancia del mantenimiento del medio ambiente. Y no sólo eso, sino que además nos permite cumplir con la parte del dicho de “plantar un árbol”, y ahora todos tenemos una pequeña parte de nosotros en la Amazonía peruana. Luego, en equipos más reducidos, hemos construido bancos, cavado zanjas, limpiado lugares de construcción, etc. Con estas labores hemos podido ser conscientes de las necesidades de esta comunidad. En mi caso estábamos contribuyendo a eliminar las malas hierbas de una antigua casa que estaban reconstruyendo para que utilizasen los chicos del BoNi, además de trasladando algunas vigas.
Por la tarde decidimos volver a dedicarla a los talleres, ya que aún queda mucho que compartir de nuestros compañeros. De nuevo los bailes son algo llamativo, en este caso las danzas vascas hacen las delicias tanto de los ruteros como de los habitantes con sus saltos y sus patadas al aire.
Por la noche, además, tenemos la primera sesión de la biblioteca humana, en la cual diversas personas de la comunidad comparten con nosotros partes de sus vidas y sus experiencias, todo al lado de una hoguera que nos sirva de punto de reunión y que cree esa magia que sólo nace a la vera del fuego, iluminada por él. Es un momento de completa armonía, en el que nosotros aprendemos de ellos y ellos también pueden preguntarnos a nosotros, en el que el intercambio de culturas es más vívido que en cualquier otro instante. Y sólo queda disfrutarlo.