Aunque resulte una obviedad, el agua es fuente de vida. Y cuando te encuentras en una comunidad en medio de la selva, o potabilizas el agua del Amazonas, o pocas más opciones de conseguirla te quedan. Pero somos afortunados, y las familias de la comunidad deciden compartir su agua con nosotros, de modo que mientras la filtran tenemos la posibilidad de acercarnos más a ellos y conocerles un poquito. En mi caso nos acoge la hermana de Emma, que es la líder de la comunidad, y no sólo nos habla de sus tradiciones, sino que responde a todas nuestras preguntas sin problema. Una vez tenemos la cantimplora llena, comienza el día.
Varios voluntarios de la comunidad nos llevan a ver los alrededores de la comunidad y la selva, empezando por la cocha del caimán, que es una pequeña laguna en la cual habitan un caimán y su cría. Pero ese era sólo el comienzo. Hemos recorrido un tronco en el que habitaban murciélagos y hemos visto arañas de diversos tipos. Además nos han presentado el proyecto del BoNi, el Bosque de los Niños, en el que los propios niños de la comunidad se encargan de poner los nombres de las plantas y decorarlo con materiales reciclados. Dentro del mismo también se encuentra un centro de juegos en el que los más pequeños pueden refrescarse. Nos encaminamos entonces en busca del “árbol abuelo”, un ejemplar muy anciano y bastante impresionante.
Cuando estamos de vuelta de pronto lo notamos, el cielo se oscurece y la voz del guía llega como un susurro “Llega la lluvia”. Y dos minutos después, una tormenta amazónica cae sobre nuestras cabezas. Por más que corramos no hay manera de escapar, así que me resigno y camino hacia mi tienda para hacerme con mi capa de agua. Pero una vez la tengo, decido quedarme ahí, bajo la lluvia. Es un momento que no se va a repetir, así que simplemente lo disfruto. Mientras, otros corren bajo la lluvia y unos pocos tratan de ducharse usando las pastillas de jabón.
La tarde está dedicada a los talleres, e incluso se monta unas especie de tablao flamenco al lado de la cocha del caimán.
Y por la noche, la comunidad nos ofrece una maravillosa bienvenida, con recitación y bailes tradicionales en los cuales nos incluyen. Sentir la vibración de los tambores, la risa de la gente y su energía al saltar a tu lado. Era mágico. Nos sentimos acogidos y muy unidos a los Cocamas.