Cuesta afirmar que un día comienza a las 2:30, sobre todo cuando es un inicio pasado por agua (las benditas tormentas amazónicas). Pero al menos eso hace que levantemos campamento más rápido y nos montemos en los barcos, preparados para un día entero en el río.
Al poco tiempo de navegar comienza a amanecer. No sé si lo he mencionado ya, pero los amaneceres y atardeceres más bonitos del mundo están aquí, en el horizonte de esta serpenteante masa de agua. Probablemente este sea el viaje que más disfrutamos, ya que a todo lo anterior se suma que es el último que realizaremos de estas dimensiones y con nuestros instructores.
Aunque son 10 horas de travesía, se nos pasan volando, y eso que cuando llegamos a Puerto Prado, nuestra próxima parada y el hogar de la comunidad Cocama, ya está cayendo el sol.
Los del barco más rápido han podido disfrutar de una bienvenida, pero en la comunidad indígena se acuestan pronto, y nosotros hemos llegado muy tarde para ellos. De modo que nos ponemos manos a la obra con el campamento, que como curiosidad en vez de baños (¿baños?¿Qué es eso?) son letrinas, lo que supone un nuevo reto, ya que no sólo tienes que lograr no caerte tú dentro, sino cualquier cosa que estés llevando encima.
Por la noche decidimos dedicarla a noches temáticas, en los que más compañeros puedan aportar sus conocimientos al resto.