
Por Miguel García, profesor del aula de historia.
Tras dos semanas recorriendo el centro y este de España, por fin hemos llegado a la ciudad de Atenas, capital del Ática y de toda Grecia, auténtica piedra angular de esta expedición 2015.
48 horas han sido suficientes para sobrecoger nuestro corazones hasta el punto de una emoción palpitante que se contagia a cada paso. Testigo de la historia como ningún otro sitio, Atenas nos resulta de una belleza abrumadora, que nubla los sentidos y compone una sinfonía silenciosa de bocas abiertas en contemplación y observación constante.
Para quienes conocemos su historia, cada momento resulta fascinante. Solón, Temístocles, Pericles, Sócrates, Platón, Sófocles, Heródoto… todos ellos vivieron aquí, y nosotros nos hacemos partícipes de su legado. En todo caso, nuestro proceso de búsqueda y reconocimiento va mucho más allá de algunos nombres famosos: se dirige al corazón mismo del ser y sentir de la ciudad.
Yincana, museos, visitas culturales y tiempo libre nos sirven para conectar con la historia de Atenas: la construcción de su sistema democrático, el proceso de consolidación de su imperio, los enfrentamientos con Persia, Esparta o Macedonia, las características sociales y económicas de sus ciudadanos, sus manifestaciones artísticas…
El rompecabezas encaja con solo visitar el Museo Arqueológico Nacional, la Acrópolis o el Museo de la Acrópolis. El ingente patrimonio allí conservado es muestra en sí mismo de toda una civilización. Su contenido nos abruma, nos sobrecoge, como también lo hacen las inigualables vistas panorámicas que contemplamos desde diferentes puntos.
A Atenas le gusta ser mirada por sus blancos edificios modernos, en una combinación vibrante con maravillas del mundo antiguo. Entre todos ellos nos perdemos, pues el ambiente mediterráneo invita al paseo, sus callejuelas se jalonan con terrazas y comercios, la gastronomía griega nos deleita y los sonidos de la ciudad ambientan el caminar.