Madrugar no siempre es placentero, eso es cierto. Pero si cuando el despertador suena sabes que lo que te espera es ver el amanecer a bordo de un barco contemplando a los delfines del río saltando alrededor, se ve diferente. Nos embarcamos rodeados de la luz anaranjada y, al llegar al lado de los “bufeos” (como llaman aquí a estos cetáceos), mis compañeros deciden saltar al agua para compartir un momento cerca de ellos. Muchos saltan al agua con un chaleco salvavidas y se dedican a chapotear aunque ya no tengan compañía.
Si ayer parecía un día intenso, hoy toca trabajar aún más duro. Después de desayunar toca poner manos a la obra con el objetivo de hoy: crear una balsa que nos lleve de nuestro campamento a Ollanta. Nos repartimos en el bosque cercano al campamento, unos nos dedicamos a cortar lianas (que servirán a modo de cuerdas) mientras otros cortan troncos más anchos. Aunque suena fácil, en realidad no lo es tanto, entre que las lianas no quieren colaborar y que al tirar de ellas te arriesgas a que te caiga cualquier cosa en la cabeza, acaba convirtiéndose en un trabajo con más riesgo del que parece… Acompañado de una buena cantidad de risas. Sobre todo cuando descubrimos que algunas de ellas pueden servir de columpio, y que de esta manera se hace más divertido conseguir arrancarlas. Sinceramente, todo lo que hacemos juntos no sólo se hace más sencillo, sino mucho más gracioso. Entre varios intentamos trasladar los troncos al agua, luchando a su vez contra ramas con pinchos y tropiezos varios. Y, sorprendentemente, al final de la mañana tenemos todos los materiales reunidos en la playa.
Después de comer, toca volver manos a la obra con la balsa, aunque por falta de tiempo se decide que sea algo más… rudimentario. Se atan dos o tres troncos y los ruteros por parejas se montan encima. Por supuesto no tardan ni dos minutos en quedar hundidos y utilizar los troncos más bien como flotador. De modo que el recorrido hasta la ciudad se convierte más bien en el reto de no perder tus troncos y ser capaz de nadar y reír a la vez.
Una vez todos los grupos son capaces de llegar a la orilla (unos con balsas más sofisticados que otros) comenzamos la sesión de talleres, porque la noche se ha echado encima y no nos da tiempo de navegar, por lo que mañana tocará madrugar bastante. Aún así Alvariño nos da una magnífica charla sobre el cielo estrellado del hemisferio sur, por lo que dormimos poco antes de tener que embarcar de nuevo.