Cuando nos dijeron que el día de hoy empezaría con una caminata hay que reconocer que, de manera generalizada, las caras cambiaron de aspecto, mostrando una pátina de disgusto. Sobre todo si a esto se sumaba el hecho de que había que hacerla cargando con ambas mochilas (y que alguno que otro parece que oculte un cadáver en la mochila grande). Pero la promesa que a la llegada a Tarapoto nos esperaba un segundo desayuno sorpresa logró que recompusiéramos el rostro y nos lanzáramos a ella.
En realidad fue bastante agradable el camino, ya que no había muchas cuestas (declaradas archienemigas de los ruteros en las marchas) y porque, aunque hacía calor, era una temperatura soportable que permitía tener una agradable conversación con las personas que tuvieras cerca en la marcha. Y por supuesto el segundo desayuno no decepciona: son unos deliciosos “juanes” (una especie de tamal con arroz y pollo).
De ahí unos microbuses nos llevan por caminos de montaña (con unas vistas que quitan el hipo) hasta Yurimaguas, un pueblecito a las orillas del Huallaga, el río donde comenzará nuestra aventura remontando ríos hasta llegar al Amazonas y nuestra parada, Iquitos. Pero para eso aún quedan bastantes horas de navegación, por lo que nos ofrecen un corto tiempo libre en el pueblo para comprar algunas provisiones y para disfrutar de algún capricho antes de empezar la dieta más “marcial” que nos exigirá el río.
Nos reparten en los pequeños barcos y, a partir de este momento, se convertirán en una parte muy importante de nuestra expedición. Es noche cerrada cuando embarcamos y los instructores se sirven de una potente linterna no sólo para ver el camino, sino para guiar al conductor que está en la popa. Para evitar encallar tenemos que detener el barco a una pequeña distancia de la playa donde pasaremos la noche, por lo que nos toca remangarnos el pantalón, quitarnos las botas, y recorrer esa pequeña distancia por el río hasta la orilla.
Campamento montado significa que es hora de cenar, y por primera vez somos conscientes de lo que nos espera. Un fuego en medio de la playa con troncos de las cercanías, pasta con ligeros toques de tomate, y unos mosquitos que se convertirán en los nuevos archienemigos de los ruteros (sumados a las cuestas). Y también conocemos a los que serán nuestros nuevos compañeros de viaje, los machetes. En la Amazonía el disponer de una herramienta como un machete es realmente útil, por lo que nos reparten uno a cada uno, el cual será parte inseparable de nosotros a partir de ahora.
Empieza la parte amazónica.