El 26 de abril de 2018, los ruteros de la Inti nos despertamos en nuestro macro bus y a las pocas horas nos paramos en un atasco. Al parecer un desprendimiento había bloqueado una carretera y mientras la despejaban nosotros aprovechamos para desayunar y preparar nuestra mochila de ataque.
Tras una hora ocupados con estas tareas y compartiendo arcén con camioneros y otros conductores de autobuses, nos ponemos en marcha.
Para nuestra sorpresa los buses no nos llevaros hasta el punto de inicio de la marcha. Fue duro este comienzo de marcha, bien empinado y con las piernas aún entumecidas por el bus. Pero llegamos al pueblo San Pablo-Valera, no tengo más que decir que es precioso. Justo tenemos la suerte de que estaban celebrando el “Día del logro”, donde los niños exponen lo que han aprendido en el año frente a toda la comunidad. Justo llegamos cuando estaban comentando la importancia de la contaminación ambiental y los peques explicaban “La regla de las tres erres” (reducir, reutilizar y reciclar). Nos recibieron con ilusión y alegría en el pueblo, obsequiándonos con botellas de agua (en esos momentos un bien preciado y lo agradecimos).
En el mismo pueblo pudimos pasar a un mini museo donde se exponían las características de la cascada que pronto veríamos, así como la biodiversidad del lugar.
Comenzamos el ascenso con las pilas bien cargadas y paso a paso llegamos al primer mirador. Impresionante, ver el primer tramo de la cascada, todos nos quedamos anonadados y un poco congelados por la brisa cargada de esas gotitas de agua en suspensión. Allí algunos aprovechamos para comernos el bocata del medio día, inmersos en esta estampa.
Entre cuesta y cuesta, que fueron muchas, algunos recibimos unas clases exprés de biología. Entre mira este bicho y mira este musgo, aprendí (de varios ruteros casi biólogos y de un moni biólogo) que habíamos pasado por un ecotono (zona de transición entre dos ecosistemas) y que ahora ya casi estábamos en la selva, con su maravillosa vegetación. Los helechos, que aquí tenían troncos, son pteridofitas de las primeras plantas que poblaron la tierra.
Con estos pequeños nuevos conocimientos finalmente llegamos al final de la cascada. Era un paisaje enternecedor, confluían la cascada y el río Gocta entre un mar de rocas negras. Bajamos y nos metimos en el agua que estaba helada no, lo siguiente. Yo nadé un poco y sumergí la cabeza un momento quedándome petrificada. Yo no pude nadar mucho más, pero algunos de mis amigos sí que cruzaron parte del río para terminar en unas rocas donde caía directamente todo el agua de la cascada, describían las gotas que les alcanzaban como diminutas agujas que se repartían por su cuerpo.
Continuamos la marcha ahora frescos como lechugas 😉 y poco a poco fuimos quedándonos sin luz. Aquí anochece bien pronto y cuando llegamos a Cochibamba ya no se veía ni tres en un burro sin frontal. En tuc- tuc finalmente llegamos a Chachapoyas.
Un polideportivo estupendo iba a albergar nuestro descanso, pero no todavía. Porque la cena se demoró un poco y realizamos dinámicas divertidísimas ya habituales para nosotros como leer el buzón de Fif y comentar el día. Por lo que casi sin quererlo se nos hizo muy muy tarde, pero todos muy cansados, felices y con la tripa llena nos fuimos a dormir, con el fresco recuerdo de haber vivido un día completo lleno de emociones.
Yentl Garcelán