Amanecimos sin sentir apenas la sensación de que estábamos en un barco, pero en realidad el suelo mullido hacia que te desequilibraras con facilidad incluso al intentarlos acompañar con sus bailes regionales. A mí y a varios se nos perdió el móvil bailando la noche anterior y tuvimos que rescatarlos usando linternas.
El amanecer fue espectacular. Había sargazos en todo el cielo y la cordillera permanecía en calma, cómo custodiando el lago. Solo se veía algún tráfico fluvial (no sé si para lagos vale también ese término) de las pseudo-góndolas para turista, las lanchas y los barcos de pesca.
Nosotros fuimos atendidos durante la cena, el desayuno y la comida, lo cual significó para intendencia no trabajar. Era solo preludio del viaje a Cuzco: viaje en bus de nueve a tres de la mañana y nada más llegar, descargar y preparar el almuerzo de campaña del Día siguiente. Pero no dejamos que nos arreciara esa sombra que se asombra, seguimos trabajando y conseguimos ganar la suficiente fortaleza mental cómo para recordar que lo hacemos en parte por abrirles un mundo de posibilidades que les permitirá decidir mejor que quieren hacer con sus días.
Intendencia tuvo el privilegio de salir a pescar. Hicimos varias rondas de actividades que incluían cortar el junco de la Totora con una guadaña y pescar.
Luego llegó la parte dura. Intendencia tenía que comprar el material para varios días, así que una avanzadilla salió para Puno y tomamos tres compañeros y yo una barca que cruzaba las marismas de totoras. En parte era el sentido del deber y en parte la necesidad de sentirnos vivos, así que fuimos con música en la barca y rendimos mientras observábamos la belleza de lo que parecía estero arropado por montañas.
La lección para el día de hoy llego un poco más tarde. Nano, director de la ruta, me llama al móvil para decirme que ha habido escasez de comida en una de las islas (había una grande en la que estaba yo y dos pequeñas) y que encima a una rutera tuvieron que llevarla al hospital. Nos pidieron ir a atenderla y a pagar los doce soles (4 euros) de su ingreso. Al llegar corriendo me encontré con Irene y Nelson, nuestro médico de la expedición. Todo estaba más en calma y aunque había habido un momento de susto, iba a salir bien. Nelson es residente de segundo año en el 12 de octubre, y aunque lo había pasado mal, supo reconocer la sangre fría que había tenido para llevarla en barca. Pero al estar en la sala de hospital sentado, en un hospital descuartizado p por las medidas políticas, se me ocurrió pensar que esto también es parte del trabajo. Ruta inti full experience. Pixafuras de mosquito, enfermedades tropicales y algún jari que otro. Gajes del oficio. Nos fuimos todos a cenar y decidimos intentar recuperar el espíritu de serenidad que nos había caracterizado. Poco a poco, también es la misión de la organización el hecho de recuperar confianza. Día a día sin percances, solo con experiencias que nos ayuden a sacarle el meollo a la vida, the marrow to the bone, loa minutos a las horas.