No hay día que empiece mal con una “salteña” en el estómago. Con ellas hemos cogido fuerzas para lanzarnos a las calles de La Paz y recorrerla en una gymkhana para conocer algunos de los puntos más destacados de la misma. No sólo logramos cumplir las misiones (como conseguir el bombín de una “cholita” o formar con nuestros cuerpos la palabra Inti) sino que los monitores nos explicaron la historia de cada uno de estos puntos. Nos sentimos afortunadas de poder ver lugares como el mirador Killi Killi, que fue considerado un emplazamiento sagrado, desde el que contemplar la ciudad a nuestros pies.
Pero no sólo Bolivia tiene cosas que enseñarnos, sino también nuestras propias compañeras. Con ese propósito asistimos a los talleres en los que miembros de la Expedición compartían con nosotros sus conocimientos en lo referente a distintos temas. Desde Yoga hasta los grandes descubridores, pasando la importancia de los juegos grupales y una explicación sencilla de cómo funciona el mal de altura.
Eso sí, no sólo queremos conocernos en el plano académico… Sino también en la diversión. Y qué mejor que juntarnos y ser una granja o un submarino. Estos juegos, que incluían a todos los componentes de la Ruta Inti, nos permiten también compartir estas risas con otras ramas de la expedición, como Intendencia o Comunicación.
Aun así, no sólo de risas vive la rutera. Y para lograr sobrevivir en la selva necesitamos tener conocimientos tales como montar apropiadamente una tienda de campaña, saber cómo aprovechar óptimamente el espacio en nuestras mochilas y por supuesto, a lavar y tender nuestra ropa. Una vez sabemos todos esto, estamos preparadas para la expedición.
Ha sido un día cargado de nuevos conocimientos y de diversión, aún nos duele la tripa de reírnos cuando, durante la cena, la organización nos ofrece salir a disfrutar de la verbena de La Paz. No podía acabar mejor el día que rodeadas de toda la felicidad de los paceños.